viernes, 26 de junio de 2009

CERO EN CONDUCTA de Jean Vigo – 1933 - ("Zéro de conduite")


En los internados para niños en Francia la disciplina es estricta y represora: se enseña mediante el miedo, se amenaza con castigos a los que no cumplen las normas y se cree la máxima de que la letra con sangre entra. Aburridos y hastiados de este sistema educativo, Bruel, Colin, Caussat y Tabard, cuatro niños de uno de estos internados, se rebelan contra la institución y declaran la guerra a los profesores y a los vigilantes. La anarquía ya llega a los colegios…

Uno de los más grandes poetas vanguardistas de las pantallas de toda la historia ha sido sin ninguna duda el francés Jean Vigo, uno de los cineastas más claramente malditos e incomprendidos de su tiempo. Hijo del famoso anarquista Eugène Bonaventura de Vigo, alias Miguel Almereyda, que fue asesinado al parecer en la cárcel ahorcado por la policía después de que el Gobierno francés le declarara traidor a la patria y “persona non grata”, Jean pasó toda su infancia y adolescencia en internados para niños, en los que destacó por ser un alumno rebelde y beligerante como pocos. Estos años de soledad e incomprensión le dejaron una huella indeleble, ya que durante toda su primera juventud fue abiertamente despreciado por ser “el hijo del traidor” y fue aplastado por una fortísima disciplina que satirizó después en el mediometraje que comentamos, “Cero en conducta”. Cultivador del cine abiertamente social, Jean Vigo tomó influencias estéticas para su brevísima obra fílmica de las corrientes surrealistas que arrasaban en Europa en su momento y del Cine Ojo de Dziga Vertov, influencias que fusionó con un particularísimo realismo mágico puramente francés que no se parece al de ningún otro autor. Debutó con el cortometraje documental “A propósito de Niza”, un escandaloso documental social sobre la ciudad en la que residió gran parte de su vida en el que se criticaba sin piedad el estancamiento en todos los ámbitos de la burguesía nativa. Fue, por supuesto, y gracias a su contenido, un tremendo fracaso comercial. Tras él se vió Vigo obligado a rodar otro corto documental, esta vez comercial, ante la falta de dinero: “Taris, Rey del agua”, sobre el campeón de natación Jean Taris. Por suerte, pudo rodar más tarde con los fondos ganados y algunas donaciones de oportunos mecenas su primera cinta de ficción: “Cero en conducta”, su obra cumbre, el mediometraje comentado sobre la rebelión estudiantil que le acarreó grandes y frustrantes problemas con la censura. Después dirigió su primer largometraje y última obra, “L’Atalante”, maravillosa historia de amor en un evocador ambiente de viajes con mensaje social oculto que fue mutilada por la Gaumont para su exhibición comercial, lo que a Vigo le produjo nuevos desalientos. Sin mucho dinero y destrozado lentamente por la tuberculosis, este por desgracia brevísimo maestro del cine hubo de dejar la dirección por no encontrarse apto para ello y murió al poco tiempo, en 1934, a los 29 años de edad. Se ha enmarcado a Jean Vigo en muchas ocasiones dentro de la vertiente del realismo poético francés. Yo creo que es un autor aparte que no tuvo tiempo para desarrollar al 100% su propio estilo, un autor al que no le dejaron rodar en buenas condiciones y que murió demasiado pronto. Siempre rebelde y contestatario, crítico colérico del sistema, partidario de la revolución por medio de la lucha y del amor, romántico y lírico como pocos, extrañamente optimista e innovador de imágenes, Jean Vigo fue, por su situación y su carácter que nunca hacía concesiones, despreciado y relegado al olvido por la sociedad de su tiempo. Veinte años después de su muerte fue, por suerte, merecidamente revalorizado, reconociendo maestros como François Truffaut la gran influencia de sus dos cortometrajes, de su mediometraje y de su único largometraje en el desarrollo del arte fílmico.

En “Cero en conducta”, en apenas 45 minutos de metraje de acción por momentos casi frenética, Jean Vigo condensa toda una invitación a la rebeldía juvenil contra el sistema de estudios e incluso contra su misma patria en un tono tragicómico y en un estilo cargado de poesía en el que se mezcla la fantasía con el realismo más grotesco y descarnado, en el que se homenajea a la comicidad de Charles Chaplin y en el que incluso se incluyen tramos de puro cine de animación. Cuatro alumnos hastiados y cansados de la férrea disciplina de su colegio organizan una guerra contra los profesores y contra toda la educación francesa. Se pueden apreciar en el filme grande de Jean Vigo claros y numerosos tintes autobiográficos (algunos de los nombres de los protagonistas del mediometraje son, incluso, los nombres de los propios amigos que el cineasta tuvo en los internados en los que pasó su infancia). “Cero en conducta” es, además, rebelde tanto en su contenido como en su forma, caracterizada por mostrar planos de cámara lenta, trucos fotográficos prodigiosos emparentados con los del también rebeldísimo surrealismo y planos que sugieren más de un sentido erótico, antirreligioso, antipatriótico y anarquista. "Cero en conducta" es un hermoso canto a la alegría de vivir y de luchar contra la injusticia y también a la amistad que, por supuesto, fue fulminantemente prohibido (no llegó a estrenarse en las salas hasta 1946, cuando el mismo Vigo llevaba doce años muerto) por ser declarado antipatriótico y peligrosamente anarquista. Lo era y lo sigue siendo.

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