jueves, 2 de julio de 2009

CIUDADANO KANE de Orson Welles – 1941 – (“Citizen Kane”)

Un periodista investiga la controvertida figura del recientemente fallecido multimillonario Charles Foster Kane, gran magnate de la prensa. Entrevistando a los que le conocieron y a los pocos amigos que tuvo, buscando en archivos y reconstruyendo hechos, va emergiendo la silueta de un hombre ambicioso hasta lo inaudito, atrevido y emprendedor hasta las últimas consecuencias pero también tiránico, solitario y frustrado, unas veces verdaderamente incomprendido y otras directamente inhumano. Toda su vida, grandiosa y triste, sale a la luz. Toda su vida excepto el significado de una misteriosa palabra que Kane pronunció antes de morir: “Rosebud”. ¿Que quiso decir? ¿Qué significado tiene? Nadie parece conocerlo...

Niño prodigio, Orson Welles “echó los dientes” en el mundo de la narrativa, del teatro y del cine. Ya recitaba a Shakespeare a los cinco años, a los quince se hizo con el premio de la Asociación Dramática de Chicago por su montaje escénico de “Julio César”, antes de los veinte ya trabajaba de una manera profesional en el mundo del teatro y de la comunicación y a los veinticinco rodó su primera película, “Ciudadano Kane”, con la que cambió para siempre la historia del cine. Orson Welles fue, además de un soberbio narrador, un renovador incansable del lenguaje fílmico y de su estética que utilizó en sus revolucionarios filmes medios ya conocidos pero dándoles un nuevo sentido nunca antes encontrado. De su “propiedad” son el empleo dramático del plano general, un cuidadosísimo detalle en la utilización de la profundidad de campo con objetivos de foco corto que le permitieron la toma por igual de todos los planos y distancias, el empleo de unos encuadres y angulaciones impresionantes nunca antes vistos hasta “Ciudadano Kane”, su asombroso uso de la técnica del gran angular, la significación expresiva conseguida por medio de la grúa, los decorados con techo, la pura intencionalidad en los juegos de luces y sombras, las imágenes en claroscuro, mejoras en la utilización de los flashbacks y unos planos secuencias relizados con una economía de tomas admirable. Pero no sólo fue Orson Welles un maestro indiscutible y revolucionario de la técnica cinematográfica: fue un genial psicólogo de sus personajes y un director de actores excelente, además de un retratista crítico genial (y de fondo humanista) de la sociedad norteamericana de su momento; ácido y brutal (como se puede observar en la propia “Ciudadano Kane”). Declarado “enfant terrible” en Hollywood tras el escándalo que le supuso su debut, Orson Welles se fue paulatinamente desvinculando de la gran industria y, cuando trabajó para ella, tuvo siempre muchísimos problemas con sus productores. También se vio obligado a trabajar como actor en puros encargos para financiarse sus propias películas, algunas de las cuales fueron puros filmes independientes adelantados a su época. Su filmografía, por desgracia corta debido a sus ansias de libertad creativa total y a su férrea determinación de no depender de los grandes estudios salvo para lo imprescindible, se compone de su gran debut “Ciudadano Kane”, del drama familiar “El cuarto mandamiento”, del thriller “Estambul”, del drama de intriga “El extraño”, del thriller dramático “La dama de Shanghai”, de las dos adaptaciones de obras de Shakespeare “Macbeth” y “Otello” (fue Welles un ejemplar adaptador de este genial autor), del drama de intriga “Mr. Arkadin”, del thriller “Sed de mal”, de la adaptación de la obra de Franz Kafka “El proceso”, de la nueva adaptación shakesperiana “Campanadas a medianoche”, del drama “Una historia inmortal”, del documental “Fraude” y de una adaptación de “Don Quijote de la Mancha” que dejó sin acabar en España y que terminó el cineasta español Jesús Franco en una versión tremendamente controvertida y polémica que para muchos mantiene el espíritu que Welles le quería otorgar mientras que para muchos otros es una tremenda basura.


Orson Welles, que cuando contaba tan sólo con veinticuatro años de edad había retrasmitido extractos de la novela “La guerra de los mundos” de H.G. Wells en la radio y había hecho creer a media Norteamérica que los extraterrestres habían invadido la Tierra, fue contratado, después de esta delirante jugarreta a todo un país, por la RKO para que dirigiera precisamente la adaptación cinematográfica de dicha novela de ciencia ficción, adaptación que ya se veía en Hollywood como un taquillazo asegurado, y más si terminaba siendo dirigida por el propio Welles. Pero Welles no hizo caso de lo que le propusieron y trataron de imponer y se las ingenió, utilizando su fama y su prestigio, para terminar finalmente rodando la obra maestra indiscutible que es “Ciudadano Kane”, una película que revolucionó el cine para siempre y que instauró o perfeccionó un conjunto de normas técnicas y narrativas que antes o se habían usado con deficiencias o simplemente no se habían usado: en el gran periplo del millonario Charles Foster Kane se vieron los techos de los escenarios por vez primera, se explotó el poder de las transparencias encadenadas de una forma nunca antes vista, se explotó el tremendo poder dramático de los picados y de los contrapicados, se experimentó con los fondos para conseguir una profundidad nunca antes vista, se logró una ambientación tenebrista perfecta con el uso dramático de la iluminación, de las luces y de las sombras y de los claroscuros; el primer plano, el plano medio y el fondo se enfocaron simultáneamente para que el ojo humano pudiese concentrarse sin problemas en cualquier parte de ia imagen y se estructuró una trama que saltaba de un lado a otro constántemente por medio de flashbacks y que construía el retrato del protagonista principal basándose en las impresiones corales de todos los que le rodearon en vida.Y no sólo estos logros encumbraron al debut de Welles tras las cámaras: el reparto, encabezado por él mismo en uno de sus papeles más memorables, es genial de principio a fin, al igual que la meticulosa, crítica, cruda y casi brutal disección que el filme propone sobre la corrupción del poder, sobre la grandeza y lo efímera que resulta a veces y sobre la inocencia perdida en la gran sociedad capitalista norteamericana. Orson Welles, además, siempre atrevidísimo y despectivo con las concesiones, retrató en el personaje de Charles Foster Kane, el multimillonario solitario e interiormente frustrado y fracasado, al magnate de la prensa amarilla William Randolf Hearst. De hecho, “Rosebud”, la gran palabra del filme que articula toda la trama, era el nombre que este millonario le daba a la vagina de su amante, la actriz Marion Davies. Hearst, por supuesto, intentó prohibir la pelicula a toda costa y, cuando comprobó que no podía conseguirlo, intentó por todos los medios desacreditarla públicamente y logró que sólo se proyectase en circuitos de segunda. Tal vez por ello “Ciudadano Kane” fue un fracaso de taquilla que a Welles le costó su independencia creativa. Fue revalorizada, como tantas cosas, mucho más tarde. William Randolph Hearst llegó incluso a introducir, la noche del estreno, a una adolescente desnuda en la habitación del hotel de del cineasta y avisó a unos fotógrafos para que le pillasen, supuestamente, con las manos en la masa. A Welles le dieron el chivatazo y cambió de hotel en el último momento, pero su atrevimiento le salió caro.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Welles presidente

Anónimo dijo...

Revisando tus ultimos posts me encuentro con el Cero en Conducta de Vigo. Hice un trabajo hace poco sobre el y lo tengo en un buen pedestal. Grande.

Homer Sexual dijo...

Welles presidente