domingo, 27 de septiembre de 2009

LA FIERA DE MI NIÑA de Howard Hawks – 1938 – (“Bringing up Baby”)


El joven pero anodino y aburrido paleontólogo David Huxley ha logrado terminar, después de muchos esfuerzos, el esqueleto de brontosaurio que va a permitir que su fundación científica reciba un millón de dólares de una rica solterona. La vida le sonríe; sus investigaciones por fin dan fruto y, además, está a punto de casarse con Alice, su secretaria. Todo cambia sin embargo de golpe para él cuando conoce de casualidad a Susan, una joven acaudalada y muy alocada que parece interesada en su persona… Y que aparece en su vida acompañada de un leopardo. El caos más absoluto ha llegado a la ordenada y gris existencia de David...

Si ha habido algún director puramente todoterreno en Hollywood ese ha sido sin ninguna duda Howard Hawks, que antes de dedicarse plenamente al cine fue ingeniero constructor, oficial durante la Primera Guerra Mundial y piloto de coches y de aviones, además de campeón de diversos torneos en ambas modalidades de conducción. Director y guionista, su estilo es sobrio y vivo, equilibrado y ordenado en todos sus aspectos, lleno de acción y de ritmo y a veces de violencia, finamente cómico, de diálogos rápidos y efectivos y propietario de una escenificación expositiva que deja al espectador sacar sus propias conclusiones sobre lo que está viendo o ha visto. Exaltando a menudo el valor y el coraje humanos y realizando también en numerosas ocasiones brutales y a veces incluso sádicas críticas sociales, cultivó Howard Hawks, a lo largo de su muy prolífica y variadísima carrera, el género negro con “Scarface”, “Tener y no tener” o “El sueño eterno”, el western con “Río Rojo”, “Río de sangre”, “Río Bravo”, “El Dorado” o “Río Lobo”, el bélico con “La escuadrilla del amanecer”, “Fuerza Aérea” o “El Sargento York”, el histórico con “Tierra de faraones”, el drama con “Sólo los ángeles tienen alas”, las aventuras con “Hatari!”, las “carreras” con “Peligro… línea 7000” y la comedia, a veces de contenido social, con “La fiera de mi niña”, “Luna nueva”, “Bola de fuego”, “Nace una canción”, “La novia era él”, “Me siento rejuvenecer”, “Los caballeros las prefieren rubias” o “Su juego favorito”. Bastante olvidado e incluso acusado de simple artesano impersonal, como le ocurrió a Cecil B. De Mille, Howard Hawks fue revalorizado como se merecía por los críticos y cineastas de la Nouvelle Vague en los “Cahiers du Cinema”.

Para muchos la mejor screwball comedy de los años treinta (la época en la que florecieron con más genialidad junto a la década que le seguiría), “La fiera de mi niña” es una de esas comedias capaces de alegrar el día más triste con su solo visionado. Dirigida por el gran todoterreno Howard Hawks, cuenta, como es habitual en su “género”, la clásica historia de amor que surge inesperadamente de un cúmulo de malentendidos que, a su vez, generan una loca espiral de problemas que arrasan con las vidas de sus protagonistas. Un inolvidable Cary Grant da vida al típico genio tan inteligente para su pasión, la ciencia, como torpe para cualquier acto que la vida cotidiana le exija. Katharine Hepburn (inmensa) hace lo propio con una joven rica, excéntrica y algo loca que se cruza en su camino… y que se enamora perdidamente de él. La niña mimada extravagante saca “de buenas malas maneras” de su vida monótona al hombre aburrido, previsible y anodino y lo lanza a un sin fin de desventuras que, aunque en un principio le desquician, le acaban, de alguna manera, redimiendo de una existencia en parte desperdiciada y de un futuro nada halagüeño en lo sentimental. Como en toda comedia enloquecida que se precie, a los dos los personajes se les van sumando sin parar (hasta un leopardo se les une –y otro más mas tarde-), y también los objetos más absurdos (como un hueso de brontosaurio) mientras los hechos que desencadenan la “tragedia” final se precipitan a un ritmo endiablado y resultando cada vez más delirantes. La química entre ambos, ensalzada por unos diálogos frenéticos, inteligentes y divertidísimos, es del todo sorprendente, química que repetirían en otras obras posteriores en las que compartirían cartel. “La fiera de mi niña” es una comedia que basa su capacidad para divertir en su extrema y casi oculta simpleza interna en todos los aspectos, efectiva como pocas y todo un ejemplo de cómo hacer reír sin pedanterías y sin más pretensiones. Es una de las historias que mejor representan la irrupción del caos más absurdo en un mundo cotidiano ordenado y lleno de reglas, muchas tan absurdas como el mismo caos que se lo lleva todo. Ambientada como tantas de estas comedias en un lugar lleno de lujos para hacer olvidar al público la crisis económica de la que tanto les estaba costando salir (el crack de 1929), “La fiera de mi niña” fue un extraño fracaso de taquilla del habitualmente exitoso Hawks. Hoy todavía no ha perdido un ápice de su capacidad para sorprender y para hacer reír ni de su frescura. Para un día realmente triste. ¿Por qué ya no hay comedias así?

1 comentario:

john mcclane dijo...

Genial comedia, una de mis preferidas del actor Cary Grant.

Saludos.