lunes, 23 de noviembre de 2009

MILAGRO EN MILÁN de Vittorio De Sica – 1950 - (“Miracolo a Milano”)


Después de quedarse huérfano tras la muerte de su anciana madre adoptiva, el pequeño Totó es internado en un orfanato. Al salir, ya mayor de edad y sin un lugar a donde ir, se queda a vivir, con otros pobres como él, en un barrio de chabolas de las afueras de Milán. Allí hacen entre todos, con toda su mejor voluntad, un lugar habitable de lo que era un vertedero. Sin embargo, algo terrible ocurre: encuentran petroleo en los terrenos donde viven y un millonario sin escrúpulos, el Señor Mobbi, intenta echarlos a todos de sus hogares para explotarlos. Totó y sus amigos se enfrentarán a él, y van a contar para ello con una ayuda extra que les va a venir directamente desde el Cielo.

Dos años después de su decisiva obra maestra del Neorrelismo Italiano “Ladrón de bicicletas”, Vittorio De Sica repite en el estilo rodando la segunda parte de su trilogía neorrealista social: “Milagro en Milán”, de nuevo aliado con el guionista Cesare Zavattini. En el plano estético, los postulados de la “primera entrega” se mantienen: el fondo prima sobre la forma, se rueda con actores de la calle en gran parte del metraje y se rueda en la calle misma o en el interior de los edificios para captar de la forma más real posible el triste momento histórico que vivía Italia entonces, la posguerra de la Segunda Guerra Mundial. En el plano argumental existen, sin embargo, bastantes cambios, cambios que alejan a esta segunda parte de sus dos compañeras de trilogía hasta convertirla en una película casi aparte, cambios que a unos les parecen apropiados y que a otros no (me incluyo entre estos últimos). “Milagro en Milán” comienza como “Ladrón de bicicletas”: mostrando la terrible realidad italiana de finales de los años cuarenta con la historia de un niño abandonado que es recogido por una anciana afable y bondadosa que sin embargo muere dejándole en un orfanato. Años después, el niño ya es un adulto y sale de este centro. Se une a unos pobres de un barrio de chabolas y lucha junto a ellos por convertir el miserable lugar que habitan en un sitio digno por lo menos para vivir. Se deja ver en todo momento la cruda crítica social y moral y el humanismo tierno y consecuente de De Sica, su amor desorbitado por sus personajes, bondadosos y luchadores atrapados por sus malas circunstancias. Sin embargo, creo que la cosa se le desmadra a sus guionistas, no se si por decisión propia de ellos y o por la necesidad de hacer concesiones comerciales al cine más beato de la época. Sin que venga muy a cuento, la fantasía se desata de forma completamente inesperada en “Milagro en Milán”: aparece de repente en la trama el fantasma de la madre adoptiva del protagonista, que ayuda a los pobres a luchar contra el millonario que les quiere quitar sus terrenos, y, junto a él, dos ángeles venidos del cielo y hasta un ejército de escobas voladoras. El desenlace (no lo cuento, pero ya lo verán), es en mi opinión desastroso, y está fuera de lugar. Lo que empieza como una fábula neorrealista de corte social acaba siendo un cuento de hadas, neorrealista pero cuento de hadas. Este cuento viene, lo que es más grave (no que en sí sea un cuento de hadas), por sorpresa, sin que el espectador lo espere: se le deja atónito con una absurda vuelta de tuerca que corona la inicial crítica social de la historia con una resolución beata e incluso me atrevería a decir de propaganda religiosa en muchos momentos. Claro que lo que yo estoy expresando es mi humilde opinión: a muchos les encantará “Milagro en Milán” por su aura mágica, por su mensaje bienintencionado, por su paralelismo con el cuento optimista capriano. Sobre gustos no hay nada escrito. Yo me quedo, por mi parte, con “Ladrón de bicicletas” y con “Umberto D.”, la tercera parte de la trilogía, en la que el tandém De Sica/Zavattini volvería al más crudo y brutal realismo social (sin fantasía). ¿Qué pensáis vosotros?

1 comentario:

Möbius el Crononauta dijo...

Otra maravilla de De Sica. Es pura magia

Salud