lunes, 23 de noviembre de 2009

UMBERTO D. de Vittorio De Sica – 1952 - (“Humberto D.”)


Umberto Doménico Ferrari es un funcionario jubilado sin familia y sin amigos: no tiene a nadie excepto a su viejo perro Flike. Como tiene una pensión miserable que no le llega para subsistir, su desconsiderada casera lo va a expulsar sin miramientos de la habitación en la que lleva viviendo casi toda su vida, ya que apenas puede pagarle. Ante el futuro de soledad y de pobreza que le espera, Umberto toma una decisión: suicidarse. Sin embargo, antes ha de encontrar a alguien que cuide de Flike cuando el falte. Y nadie se presta.

Dos años después de “Milagro en Milán”, Vittorio De Sica y Cesare Zavattini cerraban su trilogía neorrealista social con “Umberto D.”, que volvía a las directrices argumentales de “Ladrón de bicicletas” (estilísticamente las tres películas son puramente neorrealistas) alejándose de cualquier elemento fantástico posible (“Milagro en Milán” era un cuento de hadas muy discutido en lo referente a mensaje y calidad final). La historia volvía a tener rasgos kafkianos: un hombre pobre (también pobre hombre) preso de la terrible y decepcionante realidad de la Italia de la posguerra, ha de enfrentarse a la insolidaridad absoluta de la sociedad en la que vive, sólo que en esta ocasión no busca un objeto indispensable como puede ser una bicicleta, sino que, dada su absoluta pobreza y falta de futuro, busca, antes de acabar con su propia vida, dejar en buenas manos a un ser que hasta entonces había sido indispensable en su solitaria existencia: su perro, su única familia, su único amigo (exceptuando a la joven sirvienta de su tiránica y desconsiderada casera). Su periplo le lleva, como al ladrón de bicicletas, a la más triste marginación, a la más patética de las espirales de decepción y autodestrucción. Nadie le ayuda porque no tiene a nadie. Ha trabajado para nada, ha luchado para nada por salir adelante en su vida mediocre. Ahora ya no es joven y ya no vale: es un viejo más en la ciudad, otro que morirá solo sin que nadie se percate de ello hasta que empiece a apestar. Más sobria, cruda y brutal que las dos anteriores entregas aunque con el clásico aliento de esperanza del neorralismo humanista de De Sica,“Umberto D.” se erige como una de las mejores películas de su movimiento y como uno de los mejores (si no el mejor) retrato de la soledad de los ancianos del cine italiano, los trastos inservibles del mundo moderno. En mi opinión, es la mejor de las tres entregas de su trilogía, aunque sea cierto que ya no tenga la capacidad de sorpresa de “Ladrón de bicicletas”.

1 comentario:

Cinemagnificus dijo...

Perdonad si no os firmo ultimamente, estoy haciendo un curso de ingles en Irlanda y no tengo mucho tiempo (estoy actualizando con material que ya tengo escrito). En Diciembre vuelvo a Espanha y volvere a firmar mas a menudo, I promise :)