martes, 12 de enero de 2010

CANCIONES PARA DESPUÉS DE UNA GUERRA de Basilio Martín Patino – 1971– (“Canciones para después de una guerra”)


Documental sobre la posguerra española y la dictadura de Francisco Franco montado a través de canciones populares de la época e imágenes de archivo.

Injustamente olvidado y hasta menospreciado, el salmantino Basilio Martín Patino es uno de nuestros cineastas modernos más innovadores, personales y comprometidos con la situación de su época, marginado de los círculos comerciales por afirmar sin tapujos que un director debe hacer las películas que le parezcan más oportunas en cada ocasión sin prestar atención al momento político reinante o a las exigencias del público. Su cine siempre fue díscolo con el sistema, crítico con la sociedad, provocador y absolutamente independiente. Por eso nunca tuvo éxito entre el gran público, aunque a él tampoco le importaba ni le importa. Militante anarcosindicalista, llevó la contraria al franquismo, pero también a los gobiernos de Felipe González y de José María Aznar. Maestro del montaje, en su cine, de formas herederas de la primera Nouvelle Vague o del Free Cinema (aunque él afirma que no tuvo influencias, que rodó como mejor le pareció), descuidado pero preciso, poderosamente ecléctico e interesado sobre todo por el contenido, que prima sobre la forma, se mezclan sus inquietudes políticas, sociales y filosóficas (Patino es profesor de filosofía en Salamanca) con una agudísima crítica a todo lo establecido. Su obra es ajena a cualquier movimiento o escuela, y poco prolífica pero llena de calidad. Debutó en 1965 con “Nueve cartas a Berta”, en la que un joven desilusionado vuelve a España tras sus vacaciones en Inglaterra, país de libertad, para reencontrarse con una tierra atrasada e inculta, sumida en la represión de la dictadura. Le siguió “Del amor y otras soledades”, sobre una pareja burguesa rica en plena decadencia, y el documental comentado, “Canciones para después de una guerra”, que inauguraría su serie de documentales políticos, sociales y revisionistas. “Queridísimos verdugos”, sobre la pena de muerte, y “Caudillo”, sobre la figura del dictador, serían los siguientes, que, censurados como el primero, no se estrenarían hasta la muerte de Franco. Después volvería al drama con “Los paraísos perdidos”, en la que se criticaba la llegada del régimen socialista, que aparecía como una ampliación de la dictadura camuflada en formas nuevas. Le seguiría un nuevo docu-ficción: “Madrid”, sobre la turbulenta capital española, y “Octavia”, drama filosófico/moral/social/político del todo inclasificable. Cineasta social con mayúsculas, consecuente con sus ideas, no como tanto charlatán maniqueo, simplista y falso que hay suelto por aquí (y que hasta intenta hoy en día censurar Internet para defender a los intermediarios del arte), Basilio Martín Patino es un nombre que hay que reivindicar constantemente.

En “Canciones para después de una guerra” el cineasta salmantino Basilio Martín Patino revoluciona el montaje en el temprano cine español moderno para presentar una obra maestra del documental que, a la vez que es una reflexión crítica y crudísima sobre casi medio siglo terrible de nuestra historia (la Guerra Civil y el posterior franquismo), es una reflexión sobre el propio cine, sobre su relación con la música y los sonidos, sobre el papel decisivo de cualquier montaje sobre cualquier obra y sobre la memoria colectiva y su relación con el arte popular. Echando mano de archivos (desde el NO-DO hasta recortes de prensa pasando por fragmentos de otras películas y anuncios publicitarios), Patino coloca imágenes llenas de crudeza junto a canciones populares españolas hoy ya clásicas y míticas cuya significación original cambia completamente en relación con las primeras para, velada pero a la vez descaradamente, ofrecer un desolador retrato de lo que fue (y aún era) la España de Franco: pobreza, miseria, hambre, represión en todos los aspectos, mediocridad, emigración a otros países de Europa, frustración, hipocresía, manipulación del Gobierno y de la Iglesia, persecución política y social. Fue este un documental, como los demás de su creador, montado en su sótano en los últimos años de la dictadura, de forma clandestina, con las mencionadas imágenes de archivo, con trozos de cinta comprados en el rastro. Por supuesto, fue fulminantemente censurado a su salida al mercado. Por suerte, no se perdió, y podemos hoy disfrutar de uno de nuestros documentales más revulsivos, más innovadores y originales y también más brutales.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lástima que no haya directores como Patino, que prefiere crear al margen de todo antes que ser de esta industria vergonzante de interventores, productores y discográficas avarientos y sedientos de pasta del pueblo.

dvd dijo...

Me alegra que alguien se acuerde de Patino, que sigue siendo el más olvidado de nuestros cineastas (me refiero a los que de verdad importan); supongo que tendrá que morirse para que su entorno lo reconozca de una vez. Qué lástima. Creo que QUERIDÍSIMOS VERDUGOS es una de las obras clave de la historia del cine y nadie la conoce...