En 1913, el pastor José María Grimaldos López, vecino del pueblo de Osa de La Vega, en Cuenca, desaparece misteriosamente y muchos piensan que ha sido asesinado. Sus compañeros Gregorio Valero Contreras y León Sánchez Gascón son detenidos; todos creen que ellos le han matado. Aunque los dos aseguran que no son los culpables, la Guardia Civil, por medio de terribles torturas y vejaciones, les obliga a confesar en la Audiencia Provincial y son condenados a dieciocho años de cárcel. Sin embargo, pasa el tiempo y José María Grimaldos aparece de repente… No había muerto.
Directora y guionista de cine, televisión, teatro y ópera, la fallecida en 1997 Pilar Miró fue una de las creadoras más destacadas del cine español de los últimos años, impecable adaptadora de ricas obras literarias de todas las épocas, autores y movimientos y excelente pintora minimalista de sentimientos humanos (especialmente femeninos) en una obra intimista de formas clásicas pausada y lírica pero también brutal y llena de tensión emocional y personajes solos, decepcionados con el mundo o en una situación injusta. Ha cambiado de registro en numerosas ocasiones, pero todas sus historias están emparentadas con el drama de algún tipo, género en el que mejor se movía. Poco prolífica en lo que se refiere a largometrajes, debutó con la adaptación de la obra de Émile Zola “La petición”, pero alcanzó la fama en 1979 con la comentada “El crimen de Cuenca”, que sacudió a todo el país con el escándalo y que llegó a ser censurada unos meses. Llegaron más tarde los dramas íntimos de rasgos autobiográficos que la hicieron famosa y que asentaron su estilo más personal: “Gary Cooper, que estás en los cielos…” y “Hablamos esta noche”, sobre las desilusiones de la vida, sobre el amor y sus demonios, sobre los anhelos no consumados y sobre la necesidad de hacer lo que uno cree que es correcto aun teniéndolo todo en contra. Después adaptó “Werther”, de Goethe, y “Beltenebros”, de Antonio Muñoz Molina y rodó un guión de su amigo Mario Camus: “El pájaro de la felicidad” antes de volver a adaptar otras dos obras, “El perro del hortelano”, de Lope de Vega y “Tu nombre envenena mis sueños”, de Joaquín Leguina. Murió dejando una sólida y variada filmografía, sustentada como se ha visto en numerosas y dignas adaptaciones y en obras propias llenas de personalidad en las que reflejaba sus obsesiones y dilemas.
En “El crimen de Cuenca”, su cinta más famosa y también más atípica, Pilar Miró describe un acontecimiento realmente ocurrido en 1913 en los municipios de Tresjuncos y Osa de la Vega, en la provincia española de Cuenca; una injusticia social que se llevó dos víctimas inocentes que fueron brutalmente torturadas y obligadas a confesar algo que no hicieron (tras lo cual pasaron once años en prisión hasta que se demostró que, efectivamente, eran como se ha dicho inocentes). Siendo claramente una de las películas mas crudas, duras, violentas y sádicas del cine español, el segundo largometraje de Miró describe con minuciosidad casi insoportable los tormentos y vejaciones a los que los dos inculpados fueron sometidos con todo lujo de detalles, con una cámara estática que parece regocijarse en la muestra pura del dolor más inhumano. Sin embargo, y aunque lo parezca en un principio, nada de esto es gratuito: todo se sustenta en un inteligente trasfondo histórico político y especialmente social que, a pesar de haberse dado casi medio siglo antes de aquella época en la que los hechos salían a la luz en el formato de ficción, no deja de ser un duro golpe hacia la institución de la Guardia Civil, que consiguió que la obra fuera censurada varios meses en el que fue uno de los casos más sonados de la historia de nuestro cine (y la propia Pilar Miró fue además sometida a un proceso militar), un caso que demostraba que, aún instaurada la democracia, la represión seguía existiendo. Por suerte, la obra pudo finalmente verse, y pasó a la historia como la única película abiertamente censurada durante la democracia. "El crimen de Cuenca", con un sin embargo emotivo y esperanzador desenlace que apuesta firmemente por la revisión de la historia constante y por el recuerdo de la memoria, es una de las grandes películas de nuestra transición, una de las obras más revulsivas y monstruosas de la época, tal vez sólo superada en su dureza y en su capacidad de indignar al espectador por “Los santos inocentes” de Mario Camus.
3 comentarios:
Vaya, todo el día puteando el cine español y ahora no hablas de otra cosa XDDDD ¡Ya, ya, que solo hablas de los clásicos! En ese caso chapeau!! Hablando de clásicos, ya puse en mi blog la reseña de un "Drácula" hecho por, precisamente, españoles.
Y mañana, jojojojo...
COOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOPPPPPPPPPPPPPPSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS!!!!!!!!!!!!!!!
Excelente película. De la obra de Miró, le tengo un cariño especial al "Perro del Hotelano", y no pude resistirme a comentarla en el blog hace poco tiempo.
Saludos
estremecedora, sin paliativos. Aún me acuerdo de la escena de las tijeras. Desde entonces la Guardia Civil me ha dado un miedo...
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