Años sesenta en la Extremadura profunda. En el lujoso cortijo de unos ricos terratenientes sirve la familia de Paco el Bajo, que vive apartada en una casucha miserable de la finca que trabajan sin descanso. La mujer de Paco se llama Régula, y carga con una hija enferma y deforme y psíquicamente discapacitada, al igual que su hermano Azarías. Ellos son los criados de los señoritos: no tienen apenas derechos y han de cargar con todo sin rechistar si no quieren ser despedidos, hecho que ellos ven como algo normal y hasta lógico; el que tiene el poder manda, los que no lo tienen obedecen. De éste terrible ambiente quieren huir El Quirce y Nieves, los hijos “sanos” de Paco y Régula. Ambos son plenamente conscientes de la explotación a la que son sometidos. Explotación de la que escaparán… Aunque tengan que romper con su propia familia.
El santanderino Mario Camus, al igual que Manuel Gutiérrez Aragón, ha sido otro director muy olvidado de forma injusta por el público moderno. Gran adaptador literario como Vicente Aranda y de una versatilidad poco vista en nuestro cine, ha sido uno de nuestros grandes directores todoterreno. Su prolífica obra, de talante humanista y a menudo crítica con la sociedad del momento, elogia constantemente los valores humanos de la amistad, la tolerancia y la bondad en un mundo injusto, deshumanizado, de marcadas diferencias sociales y de seres solitarios y necesitados de amor. Su estilo es férreamente expositivo y, al igual que el de Gutiérrez Aragón, es lírico y de poderosos rasgos minimalistas, seco, simple y preciso en las formas, de planos fijos con una fotografía esplendorosa, de pausados fundidos en negro, de amor por la naturaleza y por la tierra en la que se desarrolla la historia que cuenta en ese momento, aunque no por ello renuncie a la brutalidad, a la violencia, a la tensión emocional e incluso al tremendismo. Ha cultivado el drama, a menudo de tinte social, con “Los farsantes”, “Young Sánchez”, “La colmena”, “Los santos inocentes”, “La casa de Bernarda Alba”, “Después del sueño”, “Amor propio”, “Adosados”, “El color de las nubes” y "El prado de las estrellas", el thriller negro con “Muere una mujer” y “La rusa”, las aventuras con “La vuelta de El Coyote”, el retrato de época con “La leyenda del alcalde de Zalamea” y “La ciudad de los prodigios”, el musical con “Digan lo que digan” y “Esa mujer”, el spaghetti-western con “La cólera del viento” y el complicado “género” del drama sobre el terrorismo con “Sombras en una batalla” y “La playa de los galgos”. Actualmente en muy buena forma, sigue siendo Mario Camus uno de nuestros creadores más destacados y maduros, de personalidad más marcada y fiel a sus principios y menos simplistas y maniqueos a la hora de abordar asuntos controvertidos.
En “Los santos inocentes”, basada en la gran obra homónima del gran Miguel Delibes, Mario Camus disecciona finamente y sin piedad la sociedad jerarquizada de los señores y los siervos, aun perviviente en la España de la dictadura de Franco (y en ciertos puntos de la actual, por mucho que se empeñen algunos en negarlo). Por medio de una narración sobria y sin concesiones cargada de brutalidad y de "inhumanidad" (que representa de alguna manera la deshumanización tremenda del medio rural español de entonces), asistimos en esta obra maestra al desmoronamiento total de una familia pobre por culpa de la absoluta desconsideración de sus ricos amos, los dueños de la tierra que ellos trabajan en todos los aspectos, dueños que les ven como a puros objetos animados, como a puros esclavos. Apoyada en una fotografía espléndida de la Extremadura profunda, cargada de lirismo y de violencia y con algunos pasajes puramente tremendistas, “Los santos inocentes” es una de las obras maestras definitivas de nuestro cine y tal vez la mejor película de Mario Camus y, posiblemente, la mejor adaptación de una novela de Miguel Delibes. El filme es toda una patada en el estómago, un mordisco en la bilis revulsivo y feroz que acaba encorajinando al espectador con la situación de injusticia mostrada como pocos filmes pueden hacerlo. Y, por supuesto, no se puede olvidar su reparto de ensueño, entre los que brillan con luz propia un Alfredo Landa y un Francisco Rabal inolvidables. Ciertamente, "Los santos inocentes" es una obra imprescindible de nuestro cine de los ochenta.
5 comentarios:
Vaya curro que te estás pegando repasando cine patrio..felicidades...Los santos inocentes la tengo muy en alta estima, entre otras cosas porque mi padre me llevó a verla al cine cuando yo era un jovencito.
felicidades
Tiene usted toda la razón del mundo. Esta película impacta a cualquiera y me han dado ganas de volverla a ver. La novela de Delibes me gustó mucho pero la película también hace una muy buena adaptación. Landa y Rabal, como bien dice, hacen un papelón impresionante, sobre todo Rabal con su "milana bonita".
De Mario Camus he visto solamente esta película y La colmena, pero esta última no hace honor al gran nivel de la obra de Cela.
Un saludo!
Grande Camus!!!
Yo disfruté mucho su Fortunata Y Jacinta. Y de Gutiérrez Aragón, sin embargo lo encuentro más grande en La Mitad Del Cielo, que en Demonios En El Jardín.
Saludos!!!
Me parece genial este paseo que estas haciendo por el cine español y tan completo.
Que aunque ultmamente no comente se te sigue.
Saludos!.
Milana Bonita, que gran reseña!. Para enterarse de cómo era la vida en el Régimen Medieval en pleno sXX
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