Hace ya muchos años que Rocky Balboa dejó de pelear. Ahora es un viejo que regenta un restaurante en su barrio de toda la vida, Adrian’s, en memoria de su fallecida mujer. La relación con su hijo, empleado de una compañía de prestigio, no le marcha demasiado bien, mientras que su cuñado Paulie tampoco pasa por un buen momento. Sumergido en la melancolía, Rocky parece recuperar las ganas de vivir con Marie, una camarera de mediana edad que ha conocido. Sin embargo, todo su mundo vuelve a cambiar cuando aparece por televisión un combate ficticio entre él y Mason “The Line” Dixon, el actual campeón, en el que él sale ganando. Mason, indignado porque el público no le toma en serio, le reta a un combate real. Rocky empieza el que tal vez sea su último entrenamiento…
Cuando todos dábamos la irregular e interminable saga de Rocky por finalizada (y desde hace mucho tiempo), apareció en las salas “Rocky Balboa”, su sexta entrega, anunciando una época para el Hollywood falto de ideas de nuestros días en la que todavía estamos inmersos: la de las nuevas entregas de viejas sagas, que todavía y durante muchos años van a llenar las carteleras junto a las películas de superhéroes y junto a los tristes remakes de clásicos y de películas de culto modernas que ya las llenan. Sylvester Stallone nunca se quedó contento con la manera en la que dejó su creación en la digna y olvidada “Rocky V”. Por eso “Rocky Balboa”, a pesar de ser una película destinada, tal vez, a dar el pistoletazo de salida a esta nueva fiebre de revivir sagas míticas que ya nos ha invadido, es también una película con un resultado más que digno, especialmente si se tiene en cuenta que es una sexta parte (y la gran mayoría de las sagas que llegan a una sexta parte no llegan a ellas nada bien paradas). “Rocky Balboa” confirma plenamente la vuelta del potro italiano a sus inicios, al primer “Rocky”, vuelta que ya se operó en la anterior entrega. Stallone pone, después de veinte años sin colocarse tras una cámara, toda la carne en el asador para cerrar la vida de su personaje más querido junto a John Rambo (al que da vida él mismo, como no) por medio de la historia crepuscular de un perdedor que, una vez más, vuelve a obtener una victoria “moral” que le confirma como el campeón que fue y que todavía es a su modo. Rocky Balboa es ahora un viejo que regenta un restaurante en su barrio de toda la vida, al que volvió tras arruinarse en la quinta entrega. Lleva muchos años sin boxear y su mujer, Adrian, ha muerto. Su vida se mueve en una eterna melancolía, al igual que la de su cuñado Paulie y la de su hijo, un empleado de una empresa de prestigio que no sabe muy bien lo que hacer con su futuro. Todo cambia, al igual que en “Rocky”, casi por casualidad. El mundo del boxeo no anda demasiado bien desde que luchadores como él y su amigo Apollo Creed desaparecieron, y el nuevo campeón, Mason “The Line” Dixon (el boxeador real Antonio Tarver, campeón de semipesados), no es tomado en serio por un público que considera que sus combates no tienen emoción porque no tiene ningún rival digno. Cuando en la televisión muestren un combate ficticio entre él y Balboa y él salga perdiendo, su vida adquirirá un nuevo rumbo: ganar a Rocky, que, por sí mismo y por la memoria de su mujer, accederá a enfrentarse a él. Lo más acertado de “Rocky Balboa” tal vez sea el hecho de que este combate no es el centro del filme, sino más bien una excusa para desarrollar al personaje como no lo habían desarrollado desde su primera aventura. La muerte de Adrian es todo un acierto que imprime a la historia un acertadísimo tono melancólico, al igual que la relación distante que el viejo boxeador tiene con su hijo y el idilio romántico que se deja entrever entre éste y Marie, una mujer de mediana edad que, al igual que él, es otra perdedora pateada por la vida. Stallone explota de manera admirable los sentimientos que el personaje desprende para enganchar al público con una historia extremadamente simple y sencilla pero muy efectiva. La forma que tiene Rocky de encauzar su vida es el combate, eso para lo que ha vivido (aparte de para su familia), combate que está rodado con un gran realismo y en el que el potro italiano vuelve a demostrar que sigue golpeando muy duro y con una gran dignidad. El desenlace está resuelto con una limpieza sin par que se aleja de todos los tópicos que se esperaban. “Rocky Balboa” es un digno colofón a una saga que se perdió por culpa de tres malas secuelas. Habría cambiado mucho todo si “Rocky Balboa” hubiera sido “Rocky II” o “Rocky III”.
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