En 1984 el mundo ha quedado políticamente dividido en tres continentes: Eurasia, Asia Oriental y Oceanía. En esta última, un solo partido se ha hecho con todo el poder y domina a sus habitantes con mano de hierro. El amor está prohibido, el sexo está prohibido, el pensar está prohibido. Nadie conoce el pasado y nadie sabe qué hay en los otros dos continentes. Sólo una cosa está permitida: amar al Gran Hermano, un hombre que nadie sabe si existe pero cuya foto está en todas partes. La policía del pensamiento vigila para que ningún ciudadano pueda pensar por sí mismo, y en todas las casas hay cámaras que observan cualquier gesto de sus inquilinos para que no se cometan “crimenes mentales”. En este ambiente, un hombre, Winston Smith, comete un terrible delito: atreverse a odiar al partido, a querer conocer el pasado y, sobre todo, atreverse a amar a una joven rebelde como él…
Michael Radford, de madre austríaca y padre inglés, nació en Nueva Delhi y pasó toda su infacia y adolescencia en Oriente Medio. Tras trabajar para la BBC en documentales, debutó en la dirección de ficción con “Otro tiempo, otro lugar”, que le lanzó al reconocimiento instantáneo. Con un cine realizado entre Inglaterra, Estados Unidos e incluso Italia, Radford se ha movido, con un estilo distinto en cada película, por muy diversos géneros y por obras puramente de autor y otras de puro encargo. Busca, en cada película, desarrollar una personalidad distinta dentro de guiones bien creados y seleccionados y con personajes desarrollados. Aún así, su filmografía es irregular. Se compone, tras su debut, de la buena adaptación de la novela de política ficción de George Orwell “1984”, del drama romántico de época “Pasiones en Kenia”, de la comedia dramática “El cartero (y Pablo Neruda)” (uno de sus mejores y más exitosos filmes), del fallido thriller “B. Monkey”, del drama sobre bailarinas de strip-tease “Dancing at The Blue Iguana”, de la adaptación de la obra de William Shakespeare “El Mercader de Venecia” y del thriller "Un plan brillante".
En el mismo 1984, en honor a la novela y al propio filme, realiza Michael Radford la segunda adaptación de la gran obra maestra de George Orwell (la primera la dirigió Michael Anderson en 1956). No es una adaptación perfecta, pero en mi opinión sí que es muy destacada. Angustiado por el florecimiento de los grandes totalitarismos de la Europa de su tiempo, George Orwell, incansable luchador por la libertad y contra los fascismos (combatió como voluntario contra Franco en la Guerra Civil de España, guerra de la que salió su célebre “Homenaje a Cataluña”) escribió “1984”, originalmente llamado “El último hombre en Europa”, uno de los libros más tristes, desencantados y descorazonadores de su momento, un libro que todavía hoy, aunque muchas de sus predicciones no se han cumplido, sigue asustando y creando angustia y terror en el lector. La película narra la misma historia, la de Winston Smith (un simplemente soberbio John Hurt), un trabajador del Ministerio de la Verdad (el ministerio que se dedica a reescribir la historia y falsearla), que toma conciencia de que está viviendo en un sistema que cuenta sólo mentiras, un sistema manipulador que les trata como a peleles sin inteligencia para que trabajen sin descanso y luchen en unas guerras que nunca terminarán porque no interesa que terminen. Hastiado, conoce a una compañera rebelde como él, con la que mantiene una apasionada y “sucia” relación amorosa y con la que intenta buscar una manera de actuar contra el partido, que, por supuesto, va a intentar con todos sus medios de “devolverles al camino de la verdad”. El contexto histórico es el mismo que el de la novela: el mundo de 1984 es una extrapolación de la Alemania Nazi y de la Unión Soviética. La manipulación histórica y del pasado se llevó a cabo en ambos regímenes, así como el culto a un Gran Hermano (parodia de Hitler y sobre todo de Stalin). También se dieron fenómenos como la existencia de policías del pensamiento (parodia de las SS), el mantenimiento de guerras para mantener a la población ocupada y engañada, el cambio repentino y sin explicaciones al pueblo de alianzas y la persecución de personas non gratas al gobierno (como la de Trotsky y sus seguidores, que en la novela y en el filme tiene un referente: el rebelde Goldstein). La cinta de Radford respeta todo esto, así como la estructura de la obra escrita de Orwell, su inicio, su nudo y su terrible desenlace (que no desvelo), aunque esta adaptación parece dejar una puerta abierta a la esperanza tomándose una pequeña y también lógica licencia. El ambiente original está recreado a la perfección: calles destrozadas, viejas y sucias; edificios tradicionales junto a gigantescos rascacielos grises, fábricas abandonadas, vertederos, subterráneos oscuros, casas miserables, horrores tecnológicos… Y todo ello en un mundo siempre gris, sombrío y de penumbra constante. Transmite la misma angustia y opresión que la novela. En los fallos podemos encontrar el más básico y el más esperado: las innumerables y lúcidas reflexiones históricas, políticas y sociales de esta obra faltan en el filme. Sólo se da de ellas unas versiones parciales, con lo que se pierde numeroso contexto y quedan cabos sueltos y lagunas en la trama. Sin embargo, la adaptación no deja por estos fallos de ser más que meritoria. Un filme muy recomendable.
2 comentarios:
Es muy difícil trasladar toda la carga teórica del libro, aún así la peli me gustó sin fascinar, fue fiel en el relato aunque sin la profundidad de la obra.
Buena peli para un gran libro. Y gran John Hurt y un Burton increíble.
Saludos
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