viernes, 21 de mayo de 2010

EL CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA de Arturo Ripstein – 1999 – (“El coronel no tiene quien le escriba”)


El coronel lleva quince años esperando en el pequeño pueblo de Colombia en el que vive la pensión que le corresponde por haber participado en la Guerra de los Mil Días. Sin embargo, nadie le responde desde el Gobierno y él, además de viejo, cada día se ve más rodeado de miseria: su mujer está muy enferma de asma, su casa se cae a pedazos y ya no tienen ni siquiera qué comer. Lo único que el coronel conserva es el gallo de su hijo Agustín, que fue asesinado por repartir octavillas contra el sistema establecido, un gallo fuerte y joven. Todos en el pueblo le recomiendan al coronel que venda este gallo, ya que con él sacaría mucho dinero en la gallera. El coronel, sin embargo, prefiere morirse de hambre antes que deshacerse del animal que parece ser su única razón para vivir.

La que es, desde mi punto de vista, la mejor novela de Gabriel García Márquez (por encima incluso de la mil veces más promocionada “Cien años de soledad”) tuvo en 1999 la mejor adaptación que podía haber tenido, que vino de la mano del gran cineasta mexicano Arturo Ripstein y de su mujer, la guionista Paz Alicia Garciadiego. Un viejo coronel veterano sin nombre espera, en su pequeño y abandonado pueblo de Colombia, la pensión que le corresponde por sus servicios durante la Guerra de los Mil Días, que asoló a su país y a Panamá desde 1899 hasta 1902. La espera dura ya quince años y el hambre ya se ha instalado en la casa de este coronel, que para colmo comprueba en sus propias carnes cómo su lucha no sirvió para nada (la opresión ha vuelto al país a pesar de todo) y cómo sus compañeros de partido, los que combatieron con él, han muerto o han sido desterrados. “El coronel no tiene quien le escriba” es una de las novelas más fieramente sociales de García Márquez, novela en la que el mencionado coronel, cercado por la miseria más absoluta, por la enfermedad de su vieja mujer, por un ambiente político de implacable censura y represión y por la insolidaridad o indiferencia de sus vecinos, se empeña en conservar a toda costa el gallo de su joven hijo Agustín, asesinado por repartir octavillas contra el sistema establecido. Dicho gallo, que ha suscitado todo tipo de interpretaciones en todos los ámbitos literarios, es lo único que el coronel puede vender para subsistir (ya no tiene ni siquiera qué comer), pero se niega a hacerlo para conservar, tal vez, lo poco que le queda de este hijo arrebatado. Un soberbio e inolvidable Fernando Luján da vida al protagonista del relato, que se mueve erráticamente por su pueblo tal y como en la novela se movía. Arturo Ripstein, desde un pulso pausado y consciéntemente repetitivo, calca el ambiente soporífero del lugar en el que la acción se ambienta, el ambiente de violencia contenida, de temor, de oscurantismo y de mediocridad que García Márquez retrató, y lo hace apoyándose en una preciosa fotografía y en un realismo extremadamente seco y conciso, el mismo que el de la novela. Completan el reparto unas igualmente soberbias Marisa Paredes y Salma Hayek (interpretando a un personaje que no aparecía en la obra original, la prostituta enamorada de Agustín). Espléndida radiografía de la derrota, del hastío y del asco, de la desilusión y de la desolación vital y política (horrendo el personaje de Don Sabas, el político que traicionó a los suyos y los vendió para enriquecerse) y brutal crítica a la Colombia del pasado siglo, “El coronel no tiene quien le escriba” es una adaptación ejemplar e imprescindible de una novela que también es ejemplar e imprescindible. Lean la novela y después vean la película.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La mejor de Márquez y la mejor de Ripstein. Obras maestras paralelas.