jueves, 16 de julio de 2009

LA GRAN ILUSIÓN de Jean Renoir – 1937 – (“La grande illusion”)


Plena Primera Guerra Mundial. Tres altos cargos son hechos prisioneros por el bando alemán y confinados en un campo de concentración para oficiales: los franceses Macheral y Boiedieu y el hijo de judíos Roshental. Allí, a espaldas del capitán Von Rauffnstein, que los capturó, traman un plan junto a otros como ellos: una gran y peligrosa evasión. En el proceso sus amistades germinarán. Sus amistades entre ellos y también con el propio Von Rauffnstein, que, aunque es el encargado de vigilarles, en ningún momento les trata como a escoria humana.

Uno de los indiscutibles maestros de la vanguardia del realismo poético francés junto a René Clair, Marcel Carné y Jacques Feyder es Jean Renoir, hijo del gran pintor impresionista Auguste Renoir y hermano del actor Pierre Renoir. Autor completo de sus películas, es un cultivador magistral del drama personal y social y uno de los más grandes retratistas del interior del ser humano de todos los tiempos, con todas sus contradicciones, con todo lo hermoso y lo horrible que tiene dentro y fuera. Cargadas de humor amargo y a menudo también tierno, sus historias nunca juzgaban a sus personajes ni los problemas en los que nadaban: la cámara de Renoir siempre era, ante todo, objetiva. Amante del plano largo y de aprovechar la profundidad de campo al máximo y con intenciones expresivas, trató cada una de sus escenas como una película entera aparte trazando toda una nueva visión del arte de las imágenes. Su mundo fue siempre realista y lleno de poesía y a veces para muchos directamente naturalista (pero sin renunciar al lirismo), aunque en su primera etapa mezcló influencias impresionistas y expresionistas. Su cine fue siempre puro cine francés en todos los sentidos. Renoir manifestó que él, trabajase donde trabajase, era francés, pensaba como un francés y creaba como un francés. Sus obras, de talante humanista y vitalista aunque también con, en muchas ocasiones, un notable desaliento pesimista, fueron críticas con la sociedad de su tiempo en muchas ocasiones y exploraron todo tipo de relaciones personales, destacando las de amo y criado, superior e inferior, un asunto que se repite mucho en su filmografía. Con gran cariño por las maltratadas clases populares, reivindicó muchas veces la fraternidad entre los hombres para salir adelante contra las clases dominantes, aunque no por ello las retrató con maniqueísmo: tambien las mostró en toda su humanidad y sin juzgarlas. En Jean Renoir se distinguen tres etapas: la primera es la referida impresionista-expresionista, algo anárquica en forma y fondo y de obras variadas como “La niña de agua”, “Nana” o “La cerillerita”, en las que refleja la idiosincracia francesa aún buscando su personalidad e imitando un poco a sus ídolos, como Erich Von Stroheim. Su segunda etapa, la más gloriosa, es la que le define con el cine arriba comentado y la que incluye las cinco películas que rodó con el Frente Popular, al que se unió: vienen grandes obras como “La golfa”, “Boudou salvado de las aguas”, “Toni”, “El crimen de Monsieur Lange”, “Una partida de campo”, “Los bajos fondos” o la comentada “La gran ilusión”. Su tercera etapa entra ya de lleno en el pesimismo, a pesar de conservar su humor y su vitalismo humanista y a pesar de que ya asomó este pesimismo en otras de sus obras anteriores. Rodaría la gran “La regla del juego” y marcharía a trabajar los USA, en donde vendrían obras más irregulares alternadas con otras tan grandes como las que hizo en Europa: “Esta tierra es mía”, “El hombre del sur” o “El río” (rodada en La India). De vuelta en su tierra, dejó de tener, injustamente, el respaldo de los productores, y se vio obligado a trabajar para la televisión, en la que intentó crear filmes artísticos. Triste por esta situación, abandonó el cine y se dedicó a escribir teatro, novelas y sus memorias en su finca de Beverly Hills. Murió en 1979.

Ante la llegada inminente de la Segunda Guerra Mundial surge “La gran ilusión”, una de las más sentidas llamadas pacifistas de toda la historia del cine. En ella Renoir mostró sus propias experiencias como soldado de infantería y aviador durante la Primera Gran Guerra, época en la que ambienta su relato, que alcanza la cima de su humanismo vitalista creador retratando la amistad en tiempos turbulentos de un grupo de oficiales encabezados por un gran Jean Gabin que han de colaborar para escapar de un campo de concentración regido por otro oficial que, a pesar de tenerles presos, no les trata como escoria humana (genial Erich Von Stroheim en uno de sus más grandes papeles). La fraternidad se respira en todo el metraje, fraternidad que se da, aún salvando las distancias, entre prisioneros y captores, ya que prima ante todo el respeto al enemigo, un ser humano como otro cualquiera. Muestra “La gran ilusión” el último vestigio de un tipo de guerra en la que primaba un cierto honor y que con la Segunda Guerra Mundial dejó de existir, un tipo de guerra que Renoir mira con nostalgia y tristeza, como si incluso la echara de menos a pesar de ser, como cualquier guerra, terrible. La convivencia en el presidio nunca es dura o cruda, y el espectador puede encariñarse con todos los carismáticos personajes sin problemas, ganadores y perdedores, aristócratas y del pueblo llano, judíos y no judíos (una de las principales críticas al nazismo que contiene la cinta, encuadrada en el personaje de Roshental), pero todos humanísimos. El tramo final, que no desvelo (una de las demostraciones de amistad y sacrificio más emotivas de la historia del cine), desemboca en un puro relato de aventuras en busca de la libertad a traves de tierras indómitas. Montada a base de tomas largas de vertiginosa profundidad de campo, es “La gran ilusión” una gran muestra del poético realismo de su autor, que no renunciaba a lo feo ni a lo hermoso para construir su verdad. Imprescindible película contra las diferencias de clase y contra los enfrentamientos entre razas que demuestra una vez más que las peores situaciones hermanan más a los hombres y que fue prohibida por su mensaje en la Francia ocupada por la Alemania nazi.,“La gran ilusión” no ha perdido un ápice de su capacidad de tocar el corazón.

1 comentario:

redna dijo...

Que obra de arte. Lo mejor de la decada junto con la parada de los monstruos, Chaplin, la regla del juego y M, el vampiro de dusseldorf.