domingo, 2 de agosto de 2009

FASTER PUSSYCAT! KILL! KILL! de Russ Meyers – 1965 – (“Faster Pussycat! Kill! Kill!”)


Varla, Rosie y Villie son tres bailarinas amantes de la juerga, de las carreras de coches, de la lucha cuerpo a cuerpo y de montar bronca. Huyendo por haber matado a un hombre tras una discusión por una carrera en el desierto, escuchan el rumor de que un viejo ranchero que vive cerca de donde ellas están esconde una fortuna en su casa. Las tres van a intentar robarle esta fortuna. Sin embargo, van a tener que enfrentarse al ranchero y a sus dos hijos, hombres de armas tomar… Aunque con puntos débiles evidentes.

Uno de los grandes e indiscutibles reyes del kitsch, del camp, de la serie B (e “inferiores”), del “destape” norteamericano, del seixploitation, de las “nudies”, de la mezcla desprejuiciada de influencias y del cine independiente es el californiano Russ Meyers, fotógrafo de la prensa rosa y de pin-ups que se inició en el mundo del cine rodando documentales bélicos durante la Segunda Guerra Mundial, en la que tomó parte como soldado. Puro autor injustamente menospreciado por ciertos círculos, supo crear una filmografía única en su especie y en su momento que se enfrentó a los valores y tabúes de su tiempo de una manera en la que ninguna otra lo había hecho hasta la fecha. Mezclas explosivas de comedias que van sin problemas de lo irónico a lo zafio, de cine negro, de cine de acción, de película erótica que roza la pornografía, sus obras, a veces completamente surrealistas y en ocasiones parodias unas de las otras, resultaron en su día tremendamente provocativas, irreverentes y turbadoras, y se mofaron de todo y de todos, como él mismo siempre hizo en su vida diaria. Su estilo tiene un toque de dibujo animado clásico, un aura alucinógena y un montaje y una factura crudísimos, y sus personajes, destinados a enfrentarse los unos contra los otros en parajes naturales abruptos y hostiles de la Norteamérica profunda, son estrambóticos, monstruosos, malhablados y agresivos, tremendamente sexuales y brutales, mientras que la violencia que destilan es tan terrible como delirante y cómica. Sus creaciones han de ser tomadas tan en broma como en serio: ellas mismas son una burla de ellas mismas, aunque también Meyers las use para retratar con su agudísimo e inmisericorde ojo satírico lo peor y lo mejor del ser humano y la parte oscura de la sociedad en la que le tocó vivir. Gran director de actrices y amante del cuerpo femenino grande, voluptuoso, cargado de curvas y de enormísimos pechos, descubrió e hizo famosas a muchas de las que con él trabajaron (Tura Satana, Kitten Natividad, Uschi Digard, Haji, Lorna Mailand, Lori Williams, Erica Gavin…) y aportó un retrato de mujer totalmente revolucionario en su momento que le hizo ser considerado como uno de los esenciales cineastas feministas: la mujer total y absolutamente independiente y valiente que no sólo se enfrenta al hombre, sino que además le gana y hasta le humilla y que se contrapone con otras mujeres débiles que son utilizadas como objetos. En su amplísima obra destacan los títulos “The inmoral Mr. Teas”, “Eve and the Handyman”, “Erotica”, “Wild gals of the naked West”, “Heavenly bodies”, “Lorna”, “Faster Pussycat! Kill! Kill!”, “Motor Psycho”, “Mudhoney”, “Common Law Cabin”, “Good morning… And Goodbye!”, “Finders keepers, lovers weepers!”, “Vixens!”, “Más allá del valle de las muñecas”, “Blacksnake!”, “Supervixens”, “Megavixens” y “Beneath the valley of Ultra-Vixens”.

Considerada por John Waters como la mejor película que ha visto en toda su vida, “Faster, Pussycat! Kill! Kill!” es la cinta más famosa de Russ Meyers y una de las mejores de su incombustible carrera. En ella, encontramos todos los lugares comunes y las constantes de su idiosincrasia fílmica: tres mujeres fuertes, valientes, terribles y, por supuesto, con curvas de vértigo y gigantescos pechos (sus habituales y por momentos terroríficas Tura Satana –especialmente ésta-, Haji y Lori Williams), intentan robar la fortuna oculta de un viejo y avaricioso ranchero tras haber asesinado a otro hombre después de una discusión por una carrera de coches ilegal. Sus actos de antiheroínas, escandalosos para el público de su momento, se contraponen a los predecibles de otra mujer débil y dependiente de los hombres interpretada por la playmate Sue Bernard (a la que la propia Satana provocaba durante el rodaje para que el clima de odio entre ellas fuese más real). El trío protagonista se enfrenta a los hombres que las rodean, a menudo impotentes, estúpidos o acomplejados y llenos de fantasmas sexuales, y a las mujeres mojigatas que les acompañan y les terminan venciendo. El resto, de factura pop y alucinógena e influenciado como siempre por el cómic y por los dibujos animados, se compone de acción a raudales, violencia brutal y que duele de verdad, montaje y narrativa crudos y creativos, ángulos y planos atrevidos que resaltan las proporciones de sus protagonistas, diálogos delirantes y bruscos libres de todo prejuicio, homenajes al jazz (esa música rebelde y diabólica), alusiones sexuales constantes y retratos satíricos de todo lo oscuro que guarda la América profunda, que queda retratada en un esplendoroso blanco y negro. Una obra inimitable injustamente dejada de lado en su día por la crítica “seria”.

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