Tras escuchar en un juicio todas las pruebas y testimonios del caso, los doce miembros del jurado popular, de toda clase y condición, se retiran a una sala de reuniones para decidir si el joven acusado es culpable o inocente. De ellos depende que sea o no condenado a muerte por, supuestamente, haber asesinado a su padre. En un principio, todos están de acuerdo en la culpabilidad… Menos uno. Éste va a intentar convencer a sus compañeros de que el chico debe ser declarado inocente. Las disputas no tardan en llegar y las vidas de los doce hombres salen a relucir, así como las justificaciones de sus comportamientos. Pronto la sala se vuelve ingobernable.
Actor de cine, teatro y radio del Actor’s Studio, el norteamericano Sidney Lumet es uno de los autores más destacados y prolíficos de la generación de la televisión. Con una filmografía muy amplia, Lumet posee un estilo sobrio y directo de raíz clásica habitualmente fusionada con las corrientes comerciales del momento en el que cada uno de sus filmes es rodado. Es en el aspecto del guión un genial retratista social que a menudo enfrenta a sus personajes, perdidos, a veces marginales y siempre con grandes conflictos interiores, a sistemas opresores o inhumanos, a la manipulación de los gobiernos o de los medios de comunicación, al racismo, al machismo, a la falta de oportunidades o a un mundo violento. Sus historias habitualmente son presentadas en formato de drama, aunque muchas de ellas también son thrillers o filmes negros (casi siempre con un toque social y crítico y rodados con gran nervio y pulso). También ha dirigido en muchas ocasiones dignos encargos comerciales (ejecutados muchas veces con una mano maestra artesana). En los últimos años su carrera se ha tornado, por momentos y por desgracia, irregular, aunque siempre ha sabido levantarla y habitualmente sabe esquivar con una mediana asiduidad la mediocridad acomodaticia en la que han caído otros directores con tantos años a las espaldas (Lumet es un octogenario con una gran forma artística). Debutó de manera fulminante con la comentada obra maestra “Doce hombres sin piedad”, tras la que siguieron (dejo en el tintero algunas obras menores o para televisión) los dramas “Piel de serpiente” y “Una mirada desde el puente”, el biopic de Eugene O’Neill “Larga jornada hacia la noche”, el thriller “Punto límite”, el nuevo drama “El prestamista”, el filme bélico “La colina”, el drama “El grupo”, el thriller “Llamada para un muerto”, la comedia “Bye Bye Braverman”, la adaptación de Chejov “La gaviota”, el thriller “Supergolpe en Manhattan”, los dramas “Perversión en las aulas” y “La ofensa”, los soberbios thrillers “Serpico”, “Asesinato en el Orient Express” y “Tarde de perros” (los tres maravillosos), la magistral crítica social al mundo de los medios de comunicación “Network”, el drama “Equus”, el musical fantástico “El Mago” (adaptación de “El Mago de Oz”), la floja comedia “Dime lo que quieres”, los thrillers “El príncipe de la ciudad” y “La trampa de la muerte”, el drama judicial “Veredicto final”, el drama “Daniel”, la comedia “Buscando a Greta”, el thriller político “Power”, el irregular thriller “A la mañana siguiente”, el drama con elementos de thriller “Un lugar en ninguna parte”, el thriller cómico “Negocios de familia”, el nuevo thriller “Distrito 34”, el drama romántico “Una extraña entre nosotros”, el flojísimo thriller “El abogado del Diablo”, el drama “La noche cae sobre Manhattan”, la comedia social “En estado crítico”, el horrendo remake “Gloria”, el drama judicial “Declaradme culpable” y el magistral thriller “Antes de que el Diablo sepa que has muerto”.
Basada en una obra teatral de Reginald Rose, “Doce hombres sin piedad” es un maravilloso drama que enfrenta a los dichos doce hombres, de toda clase y condición, para determinar, tras el juicio al que han asistido, si un joven acusado de asesinar a su padre es culpable o inocente: en sus manos está que el chico sea o no condenado a muerte. En un principio, todos están de acuerdo con dicha pena menos uno, al que da vida un pletórico Henry Fonda que tratará de convencer al resto de sus argumentos y que lo irá consiguiendo mientras que, a la vez, el conflicto se desata. Rodada en un estilo de aura teatral y prácticamente ambientada en su totalidad en una única sala de reuniones, “Doce hombres sin piedad” es un soberbio estudio de la naturaleza humana sometida al poder de decisión sobre las vidas y la moral de otros semejantes. Los doce hombres representan a numerosos estratos sociales, morales, políticos y filosóficos: los hay autoritarios, inflexibles, responsables, honestos, trabajadores, racistas, clasistas, solidarios, respetuosos e irrespetuosos, analíticos, calculadores, intolerantes, traumatizados por pasados tristes, brillantes, indecisos, violentos, ricos, pobres y de clase media o con complejos de superioridad y de inferioridad. Entre todos construyen una realidad que por solitario no podrían jamás construir y toman una decisión sometida a la presión de su medio ambiente; no sólo al medio social, sino también al natural, a cosas tan aparentemente nimias en un caso de vida o muerte como el calor o la incomodidad de la sala en la que se encuentran. Esta mencionada realidad no es otra que la norteamericana de su momento, mostrada desde toda clase de puntos de vista, realidad que estalla dejando ver la manera en la que ha marcado las vidas de los doce hombres que la describen. "Doce hombres sin piedad" es un soberbio drama judicial y un maravilloso retrato social crítico y tremendamente incisivo de la sociedad norteamericana de su momento. Imprescindible.
1 comentario:
El padre de todos los dramas judiciales, y de lo mejor de Lumet. Fonda está impagable, así como algunos de sus rivales. Lo que más me flipa de este director es la diversidad de géneros y registros en los que trabaja.
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