miércoles, 2 de septiembre de 2009

LA INVASIÓN DE LOS ULTRACUERPOS de Philip Kaufman – 1978 – (“Invasion of the Body Snatchers”)


Elizabeth vive en San Francisco y ha descubierto unas extrañas flores en un parque cercano a su casa. Paralelamente, ha notado que su marido no es el mismo: desde hace unos días es un hombre frío y que parece no sentir absolutamente ninguna emoción, ni positiva ni negativa. Cuando le pide consejo a su amigo Matthew, inspector de sanidad, y le muestra las flores desconocidas, ambos descubren lo que está ocurriendo: alguien o algo está tomando los cuerpos de las personas y las está transformando en seres helados y sin sentimientos. Junto a un grupo que, como ellos, todavía no han sido poseídos, van a luchar contra la invasión secreta.

Muy conocido por guiones como los de la primera y la tercera entrega de las aventuras de Indiana Jones, Philip Kaufman es un director que, también muy interesado por la literatura (es escritor además de cineasta), ha creado una filmografía algo irregular que se mueve ágilmente entre lo comercial y lo autoral y que alterna títulos geniales con otros bastante mediocres y éxitos de taquilla con fracasos. Gran adaptador de obras escritas, su narración es de corte clásico aunque abierta a innovaciones y con amplia preocupación por la recreación del ambiente, a menudo esplendoroso y evocador (sobre todo el de sus cintas situadas en el pasado) y retratado con bella fotografía. Ha tocado una gran variedad de géneros y sus personajes han sido de toda clase y condición, aunque muchas de sus obras suelen estar protagonizadas por individuos que luchan por su libertad y por no perder sus ideas y su personalidad contra sistemas opresores de una u otra manera (“La invasión de los ultracuerpos”, “The Wanderers”, “Henry y June”, “Quills”...). Era amigo íntimo de Anaïs Nin, y fue ella quien le recomendó dedicarse al mundo del séptimo arte. Debutó con la comedia “Goldstein”, a la que siguió la sátira “Fearless Frank”. Ambas eran películas independientes. Al ingresar en la industria dirigió el western “Sin ley ni esperanza”, “The White Down” y el remake de la obra maestra de la ciencia ficción de Don Siegel “La invasión de los ultracuerpos”, que le lanzó a la fama y al reconocimiento comercial. Llegaron después el drama sobre bandas callejeras “The Wanderers”, la patriotera película de aventuras “Elegidos para la gloria”, las controvertidas adaptaciones “La insoportable levedad del ser” y “Henry y June (El diario íntimo de Anaïs Nin)”, el thriller “Sol Naciente”, el también controvertido biopic del Marqués de Sade “Quills” y el nuevo thriller “Giro inesperado”. Actualmente prepara una nueva película: “Challenger”.

Pienso que un remake, normalmente, no tiene razón de ser (salvo para bastardear obras originales que habitualmente suelen ser mejores que sus copias), aunque también reconozco que, en manos de directores con visiones y mundos propios puede resultar interesante y refrescante. Es lo que ensalza a la excelente “La invasión de los ultracuerpos”, uno de los pocos remakes que pueden considerarse, como su “original”, una obra maestra dentro de su género. La historia es prácticamente calcada a la de la anterior versión: estalla la invasión silenciosa ya conocida y un grupo de personas han de luchar contra ella. La diferencia radica en un hecho claro: la sociedad ha cambiado desde el filme de Don Siegel, y Kaufman puede permitirse rodar la película con el impactante y más crítico desenlace original que éste quiso rodar y que la industria le prohibió, el desenlace en el que los extraterrestres terminan poseyendo al género humano y transformándolo en una raza sin sentimientos de ningún tipo. Es la década de los setenta, la década del desencanto en los Estados Unidos, la década de la caída (por lo menos momentánea) del sueño americano. Por eso resulta este remake tan revitalizante y tan actual en su momento. Cambia, como es de esperar, la factura técnica: sigue conteniendo en lo visual y en lo narrativo muchos homenajes al cine negro, aunque la atmósfera está mucho más viciada que en los clásicos de este género y resulta en todo momento tremendamente antinatural, onírica, fría y gris, tal vez para representar lo que la humanidad es ya incluso antes de la invasión. Los poseídos a su vez resultan mucho más aterradores (el chillido que utilizan para delatar a los verdaderos humanos junto a sus rostros desencajados es verdaderamente terrorífico) y, gracias a mejores efectos especiales, las plantas de las que surgen sus nuevos cuerpos resultan más sucias, retorcidas y despreciables. Hay que sumar a esto un ritmo trepidante y una violencia muy cruda, así como uno de los desenlaces más terribles, descorazonadores y sorprendentes de la historia del cine (es de verdadero infarto) que expone ya plenamente la visión horrible del destino de la humanidad que quiso en su día exponer Siegel. No hay que olvidar a los protagonistas, entre los que destaca un verdaderamente soberbio Donald Sutherland en el que es uno de sus grandes papeles. Respecto a la lectura y al significado de “La invasión de los ultracuerpos”, la polémica sigue servida: puede referirse a cualquiera de los que supuestamente hace referencia “La invasión de los ladrones de cuerpos”, aunque sí que es cierto que Kaufman hace más hincapié en su filme que el propio Siegel en el hecho de que las personas cada vez se muestran más deshumanizadas. De todas maneras, la Guerra Fría seguía presente, así como el pesimismo generalizado de la década norteamericana en la que se rompieron demasiadas promesas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tremendo Sutherland!
A mí me gustó bastante más que la original de Don Siegel.