Han llegado las vacaciones de verano y todos los habitantes de la ciudad se marchan a la costa en sus días libres. En un hotel termal de las playas atlánticas, todo comienza como siempre, como comienza año tras año: los veraneantes se instalan, llega la tranquilidad, las grandes comidas, los grandes baños de agua y de sol, las actividades, los juegos, los bailes, las fiestas… Este año, sin embargo, todo va a ser muy distinto. El hotel tiene un nuevo visitante: el Señor Hulot. El caos ha llegado.
Injustamente incomprendido en su época, Jacques Tati es uno de más grandes cómicos y maestros de la cámara del cine francés. Campeón de tenis, jugador de rugby y boxeador antes que cineasta, debutó actuando en salones de música realizando desternillantes pantomimas deportivas, mundo del cual pasó al del séptimo arte como actor y guionista de cortometrajes de humor. Fue Tati, como Chaplin de Charlot, el creador de su propio alter ego/personaje, el Señor Hulot, heredero de este propio Charlot, de Buster Keaton o de Max Linder: un individuo alto y desgarbado que siempre vestía largo chaquetón y sombrero y que siempre llevaba pipa y paraguas, ingenuo y bondadoso, humanísimo y utópico, poético y sencillo, aburrido del mundo moderno y de sus convencionalismos burgueses, a los que Tati, por medio de sus aventuras, fustigaría. El Señor Hulot era la reivindicación de la vida sencilla y simple, de la vida honesta y solidaria, que se contraponía al mundo de la técnica y del progreso descontrolados, de las grandes ciudades deshumanizadas e idénticas unas de otras, de la competitividad descarnada, del pensamiento único; el mundo de la sociedad moderna de su momento (si Tati hubiera visto la de hoy en día…). A pesar de haber ganado un Oscar de Hollywood por su obra maestra “Mi tío”, Jacques Tati no gozó de demasiado éxito durante su carrera. Sólo pudo dirigir seis películas muy espaciadas en toda su vida, acosado por productores que querían cambiar su humor hacia otro más comercial y dado de lado por un público que exigía una comedia menos intelectual y social y más efectista. Porque el humor de Tatí no era nada efectista: era pausado, sin apenas diálogos, basado en la iteracción del personaje con el escenario y muchas veces era un humor “democrático” (la democracia del gag), un humor en el que todos los seres de la escena participaban. Apenas había tampoco planos cercanos: todo se desarrollaba en planos largos y lejanos y de mucha duración. Debutó Jacques Tatí con el largometraje “Día de fiesta”, sobre las aventuras de un cartero en un pueblo de locos, a la que siguió “Las vacaciones de Monsieur Hulot”, en la que aparecía por vez primera su mítico personaje, que continuaría su periplo burlesco en “Mi tío”, “Playtime” y “Tráfico”. Necesitado de dinero, su última película la rodaría Tatí para la televisión: “Zafarrancho en el circo”. Moriría en 1982 un tanto olvidado. Por suerte, como tantos, fue revalorizado convenientemente.
“Las vacaciones de Monsieur Hulot” es la primera película de Jacques Tatí que tiene como protagonista al Señor Hulot, su inolvidable personaje que no comprende la sociedad burguesa de la teconología desatada y de las apariencias. Aunque la carga de crítica social en esta película está más comedida que en otras posteriores como “Mi tío” o “Playtime”, ya se aprecia en ella la constante del estilo definitivo de su creador: el Señor Hulot llega a un ambiente extraño (en este caso un balneario burgués) que no comprende y con sus ocurrencias acaba desatando el caos. En un aséptico y a la vez cálido blanco y negro y construída a base de constantes planos generales largos, su humor es el clásico de Tatí, que tanto puede gustar a unos y tanto puede desesperar a otros. El Señor Hulot se relaciona con los que le rodean y con el mismo escenario, y de aquí surgen las hilarantes situaciones cotidianas y a la vez delirantes, instaurando una auténtica democracia de gags en la que él no es el único protagonista y que ridiculizan de una forma coral a una sociedad tonta de superficialidad y de etiqueta; de fondo, aunque aún blanda, queda la crítica a la burguesía del nuevo mundo mecanizado, a su apatía, a sus convencionalismos, a su hipocresia y a sus costumbres absurdas. Es una crítica tierna incluso, pero en esa ternura se encuentra también toda la ridiculez de la que es presa toda una sociedad de falsedad e idiotez.
1 comentario:
Qué maravilla Tati. Y pensar que yo llegué a él por medio del cine de David Lynch... Y ahora adoro a este genio.
Saludos
Publicar un comentario