viernes, 25 de diciembre de 2009

CARTA DE UNA DESCONOCIDA de Max Ophüls – 1948 – (“Letter from an unknown woman”)


Viena. 1900. El reputado y tamnbién crápula y Don Juan pianista Stephan Brand recibe una carta de una mujer que no conoce. En ella, esta mujer le narra el apasionado amor que vivieron hace muchos años, un amor del que él no se acuerda en absoluto. Poco a poco, Stephan va descubriendo que él ha sido la única razón para vivir de Lisa, que así se llama la autora de la carta. Poco a poco, empieza a recordar…

Cineasta judío alemán venido del mundo del teatro, Max Ophüls es uno de los creadores que más ha influido en la historia del cine en el campo de la imagen y de la ambientación. Influido por la vanguardia impresionista francesa y por el expresionismo alemán, destacó por la personalidad de su estética barroca y romántica, de luces y sombras oníricas y cargada de poesía, estética que se fusionó de manera soberbia con la narrativa que utilizaba. La cámara se movía incesantemente en sus filmes captando todo el drama interior y exterior de sus personajes con un gran ritmo que muchas veces se tornaba directamente musical. Fue uno de los primeros directores que supo aprovechar todas las posibilidades que tenían las grúas, con las que experimentó sin cesar con los movimientos referidos. Sus decorados, barrocos como he dicho, abigarrados, preciosistas, minuciosos, cargados de objetos y a menudo surcados por cristaleras, vallas, rejas, barandillas, aparecían resaltados con los imponentes ángulos de toma que utilizaba. Estos decorados se fusionaban a la perfección con las historias que contaba, dramas de amor y desamor marcados por el destino y la fatalidad poblados de personajes atormentados y apasionados y, en ocasiones, directamente obsesivos. Fue un gran retratista de mujeres sufrientes y un gran director de actores y actrices. Muchas de sus nostálgicas películas estuvieron ambientadas en la “Belle Epoque”, un pasado melancólico y casi glorioso del que estaba apasionadamente enamorado. Acusado muy injustamente de manierista superficial, fue por suerte rehabilitado como autor tras su temprana muerte a los cincuenta y cinco años. Como falleció tan joven dejó pocas obras, rodadas en su Alemania natal, en Austria, en Francia, en Suiza, en Italia, en Holanda y en los Estados Unidos, entre las que destacan “Amoríos”, “La mujer de todos”, la comentada “Cartas de una desconocida”, “Atrapados”, “Almas desnudas”, “La ronda”, “El placer”, “Madame de…” y “Lola montes”.

“Carta de una desconocida” es una película de amor y de desamor, pero, sobre todo, es una película sobre el sacrificio por el amor. Una soberbia e inolvidable Joan Fontaine en el que es uno de sus papeles decisivos da vida a Lisa, una joven de clase media-alta que, desde que es una adolescente colegiala hasta su muerte tras casarse con un hombre de la alta sociedad al que no ama, vive perdidamente enamorada de Stephan (un excelente Louis Jourdan), su joven vecino pianista, con el que vive un romance del que nace un niño, romance que termina bruscamente cuando ninguno de los dos vuelve a verse por diversas circunstacias. Para Lisa, Stephan es toda su vida, la razón de su existencia, la razón por la que sigue adelante a pesar de estar lejos de él. Sin embargo, y aquí nace la tragedia, no hay reciprocidad en este sentimiento. Para Stephan, un artista reconocido y un Don Juan empedernido, Lisa no es más que una más, una de las tantísimas mujeres con las que convivió un tiempo. A lo largo de las vidas de ambos, diversos encuentros irán sumiendo a Lisa en la tristeza y en el desengaño mientras el terrible desenlace se precipita, desenlace en el que, tal vez, un decaído Stephan, que abandona su prometedora carrera musical por una vida de juergas y amoríos interminables, sí que empiece a sentir algo por ella, aunque también tal vez sea ya demasiado tarde. Lisa, una mujer sufriente y víctima de su pasión, busca el amor en estado puro, sin condicionamientos de ningún tipo, búsqueda que le pierde y le hunde ante la dejadez y el olvido de su amado. Situada en la adorada “Belle Epoque” de Ophüls, “Cartas de una desconocida” goza de uno de los ambientes más exacerbadamente románticos de la historia del cine: una Viena onírica, cargada de poesía detrás de cada esquina y retratada a través de preciosos decorados barrocos de aires expresionistas. Pocas veces habíamos visto con tanto esplendor y ensueño los primeros años de la Europa del siglo XX. Este ambiente, por supuesto, se fusiona con la historia que el filme cuenta, y ambos llegan a ser una misma e inseparable unidad. Una de las películas más tristes y bonitas de la historia. Imprescindible.

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