Jon es un joven de San Sebastián sin un futuro laboral claro y al que la vida no ofrece ninguna expectativa de ninguna clase. Lo único que motiva y alegra a Jon es la heroína, adicción que comparte con Maite, con la que mantiene una relación amorosa intermitente y llena de problemas. El mejor amigo de Jon es Patxi, que mientras estudia trabaja descargando pescado en el puerto y que parece estar resignado a pasar el resto de sus días en una ocupación que no le gusta. Los tres, hastiados de sus existencias y en mayor o menor grado amargados por un futuro próximo y lejano sin alicientes, van a pasar unas 27 horas decisivas en su ciudad, 27 horas en las que, como consecuencia de las drogas, todo va a cambiar para siempre.
El navarro Montxo Armendáriz es uno de los cineastas españoles modernos más reconocidos, poseedor de una filmografía en la que alternan sin cesar las crónicas urbanas y rurales que le sirven para retratar la sociedad de su momento o para revisar la del pasado español más reciente desde un prisma siempre crítico. Sus personajes suelen ser seres perdidos y marginales que se enfrentan a un poder tiránico o a una sociedad que quiere destruir su modo de vida o condenarles al hastío vital o a la mediocridad. Su estilo es muy sobrio, a veces con grandes rasgos de documental y siempre extremadamente preocupado por los paisajes en los que sus seres se desenvuelven, que, esplendorosamente fotografiados, se erigen como un personaje más de sus tramas, muy intimistas, pausadas y a veces casi contemplativas y siempre ancladas en una cotidianeidad intimista cargada de secretos y de falsas apariencias. Su filmografía se muestra sin embargo irregular, alternando constántemente buenas películas con otras fallidas. Montxo Armendáriz debutó con el drama rural “Tasio”, al que le siguió el comentado drama juvenil sobre la drogadicción “27 horas”, el drama sobre la inmigración “Las cartas de Alou”, el nuevo drama juvenil “Historias del Kronen”, el drama infantil “Secretos del corazón” (una de sus películas más aclamadas y, sin embargo, de las más flojas desde mi punto de vista), el drama sobre los maquis “Silencio roto”, el documental “Escenario móvil” y el drama intimista “Obaba”.
“27 horas” es una de las mejores películas de Montxo Armendáriz y, junto a “El Pico” de Eloy de la Iglesia, una de las mejores obras del cine español sobre la drogadicción y el hastío vital de los jóvenes de la década de los ochenta, los jóvenes que ya apenas recuerdan lo que fue la dictadura de Francisco Franco y que, sin objetivos y sin ambiciones, consumen sus días entregándose a todo tipo de substancias que les transporten a otros lugares mejores. Ambientada en una San Sebastián lluviosa y gris alejada de todo esplendor romántico en la que las protagonistas son las calles tristes, los soportales sucios, los pisos opresivos y los locales de fiestas solitarios, “27 horas” sigue, como su propio título indica, a tres jóvenes donostiarras que pasan 27 horas dando vueltas sin sentido por su ciudad, divirtiéndose y aburriéndose, buscando bronca, buscando droga, bebiendo, intentando estudiar o trabajar con dignidad, saliendo de juerga y hablando de su futuro y de su presente (nada claros ambos). La tragedia, que viene de la mano de las mencionadas drogas, llegará al final de esas 27 horas. Con un estilo sobrio y pausado, Armendáriz, apoyándose en unos excelentes Martxelo Rubio, Jon Donosti y Maribel Verdú (aquí jovencísima) construye una desoladora y amarga crónica de la juventud urbana más inadaptada y solitaria, del amor y de la amistad especialmente, del efrentamiento generacional en una España que se ha abierto a la modernidad pero que sigue cargada de problemas de todo tipo, de la falta de expectativas laborales, sentimentales y vitales de los jóvenes del momento y de su refugio en el estimulante mundo de las drogas. El director navarro volvería a tratar este asunto con la juventud de los noventa en su posterior “Historias del Kronen”. Como curiosidad, uno de los jóvenes camellos de “27 horas” es Antonio Banderas en un destacado papel secundario.
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