miércoles, 29 de julio de 2009

LA PARADA DE LOS MONSTRUOS de Tod Browning – 1932 – (“Freaks”)


El enano Hans trabaja en el circo junto a un grupo de artistas de diversa índole y junto a un grupo de freaks, seres deformados como él, que viven de mostrarse como rarezas humanas ante el público. Hans está locamente enamorado de Cleopatra, una bella y seductora bailarina que planea casarse con él para cobrar una gran herencia que sabe que el enano posee... Y huir después con su amante, el forzudo Hércules. Cleopatra lleva a cabo sus planes y se casa con Hans en una gran boda que conmociona al circo. Pero éste, en vez de ser feliz con ella, cada día se hunde más en una espiral de constantes desprecios y burlas… Todo va a cambiar sin embargo para él: sus amigos los freaks se cansan de esto. Y toman cartas en el asunto.

“La parada de los monstruos” tal vez sea la gran obra maestra de ese cineasta a menudo injustamente menospreciado que es Tod Browning, obra maestra en la que hace otro homenaje más (y tal vez el más sentido) a sus personajes preferidos, los freaks, los seres con los que trató toda su vida (especialmente cuando era un artista bohemio y trotamundos), los seres a los que retrató en todo en todo su patetismo, su gloria y su humanidad a lo largo de su polémica carrera (desde los cambiaformas que interpretó Lon Chaney hasta su particular Drácula/Lugosi). En “Freaks” (título original de la obra que lo dice todo) Browning pinta el mundo de los artistas ambulantes en el que pasó gran parte de su juventud para desarrollar, camuflado en el formato de un drama de terror, uno de los más fieros alegatos a favor de este colectivo marginal de la historia y una de las más brutales críticas hacia el mundo de la hipocresía de los artistas. Basado en un relato de Todd Robins llamado “Espuelas”, “La parada de los monstruos”, como posteriormente hicieron otras maravillas como “El hombre elefante” de David Lynch o “Máscara” de Peter Bogdanovic, narra la tragedia de unos seres horribles en lo externo pero bellos en lo interno que viven de lo único que pueden, de las atracciones que son sus propios cuerpos. Estos seres, que han constituido su propia sociedad al margen del resto del mundo, son dados de lado por otros que son su antítesis: poseen exteriores hermosos pero interiores podridos y, por supuesto, intentan, una vez más, aprovecharse de sus desgracias para enriquecerse o, simplemente, para autoafirmarse o por el gusto de herirlos. En este caso, los bellos “no freaks” Cleopatra y Hércules quieren sacar partido de la soledad del ingenuo y triste enano Hans para quedarse con su dinero. Cleopatra le seduce y él no puede resistirse a sus encantos (para desgracia de su enamorada, la enana Frieda, con la que se insinúa que no le van bien los asuntos de la cama). Cleopatra logra casarse con él… Y la tragedia se precipita después de una humillante noche de bodas en la que ella le acaba despreciando delante de sus amigos (brutal y patética la inolvidable escena del banquete). Los freaks, unidos en su marginalidad, unidos como una gran familia para escapar de la muerte en vida, claman venganza por la cruel afrenta, que poco a poco va mucho más allá de este desprecio. Esta venganza viene junto a la tragedia en una de las escenas más estremecedoras y aterradoras que ha dado la historia del cine: la del asesinato entre el barro, con todos los “monstruos” armados y acercándose en silencio a sus víctimas bajo la lluvia. El desenlace, que no describo, es, sencillamente, aterrador (y por cierto que creo que el aspecto de la madre de Divine en la delirante película “Pink Flamingos” de John Waters puede ser un homenaje a este desenlace). Los geniales protagonistas de “La parada de los monstruos” se interpretan a sí mismos: son todos freaks auténticos. No hay ni un solo efecto especial, ni un solo toque de maquillaje grotesco. Todos son reales y con sus deformidades reales: los enanos, el hombre torso, el hombre que pesa 60 libras, las mujeres sin brazos, los microcéfalos, las hermanas siamesas, el hombre sin piernas, el chico con aletas en vez de brazos… El reparto lo completan los “no freaks” Victor McLaglen, Myrna Loy y Jean Harlow. La película, ideada como muda en sus inicios, fue un tremendo e inesperado fracaso comercial a pesar de ser una película insólita en su momento (lo sigue siendo) y escandalosa. La crítica la destrozó sin piedad: unos la calificaron de efectista, y otros de inmoral y perniciosa. En muchos países fue prohibida de manera fulminante (en Inglaterra no se estrenó hasta 1963) y en los USA se retiró en muchas salas y hasta se destruyeron copias entre la indignación y entre el miedo a que el fracaso que se anticipaba por el escándalo hundiese a la MGM, que la produjo, o a los cines que la iban a proyectar. A ello se sumó el hecho de que muchos de sus protagonistas tomaron “La parada de los monstruos” una vez la hubieron visto como un insulto a sus personas y alimentaron el escándalo. La película, injustamente olvidada, fue repuesta a finales de los años cuarenta junto a cortos pornográficos en salas de baja categoría por productores que querían sacar dinero del morbo fácil que proponía su visionado. El boca a boca fue, durante años, alimentado la leyenda de “Freaks”, de la que empezaron a circulas copias piratas que, poco a poco, la fueron transformando en la obra de culto que es hoy y que la reivindicaron como la obra maestra que había sido siempre. La televisión y una obra de teatro basada en ella (y posteriormente el vídeo) hicieron el resto. Tod Browning murió en 1962 sin apenas haberse percatado de la justa revalorización que estaba sufriendo su cinta. Una historia de tristeza. No es la única en la historia del séptimo arte.

4 comentarios:

Crowley dijo...

Muy bien reflexionado, ya que para mi esta película es más un película sobre la soledad y la tristeza del ser humano que una cinta de terror.
Saludos

Jefe Dreyfus dijo...

y como liaba los cigarrillos el tio sin brazos ni piernas!!

gran peli, amigo!

elprimerhombre dijo...

Una obra maestra, sí señor! Y esa venganza en el barro es brutal!! De Tod Browning también quiero ver Garras humanas y Muñecos infernales, pero disculpe, porque lo que es Drácula...a mí me aburrió y hasta me dio risa. Un saludo!

Lucifer, Becario del Mal dijo...

me quedo con la escena de la cena, con los freaks cantando y bailando y humillando al 'normal anormal.' Entre el terror y el cariño. Aparte de sus méritos puramente cinematográficos me parece un obligado homenaje a todos los freaks que de algun modo u otro modo se sintieron útiles y no simples despojos. Y casi un documento historico de una época no tan lejana pero que varias generaciones por suerte nunca conocerán.