lunes, 14 de septiembre de 2009

METRÓPOLIS de Fritz Lang - 1927 - ("Metropolis")


Año 2026. En Metrópolis, la gran megalópolis capitalista del futuro, los obreros viven explotados sin piedad en un gueto subterráneo en el que se encuentra el corazón industrial de la ciudad con la prohibición de subir a las lujosas capas altas exteriores, propiedad de las clases acomodadas. Todo va a cambiar de golpe cuando el joven e idealista Freder Fredersen, hijo del Amo de la propia Metrópolis, descubra la miseria que late en el submundo y, junto a María, su amada, perteneciente a la clase humilde, se rebele contra el sistema desde dentro del propio sistema… La revolución está a punto de llegar.

Arquitecto, pintor y cineasta y gran maestro del expresionismo alemán junto a Friedrich Wilhelm Murnau, Fritz Lang es además uno de los grandes renovadores del cine negro de todos los tiempos. Fue autor de soberbias obras fílmicas tanto en su Alemania natal como en los USA. En su primera etapa desarrolló, ayudado por sus conocimientos arquitectónicos y pictóricos, un expresionismo limpio y preciso, equilibrado, estilizado y alejado del barroquismo o goticismo exacerbado de otros de sus coetáneos y cargado de romanticismo e influenciado por el futurismo; expresionismo que aplicó a unas películas visualmente rompedoras e innovadoras y cargadas muchas de ellas con mensajes ocultos o simbólicos contra el mundo capitalista más agresivo, contra la sociedad alemana de su tiempo y, sobre todo, contra el poder nazi, que Lang vio crecer y desarrollarse. Colaborando con su esposa Thea Von Harbou (gran guionista), realizó obras imprescindibles de la historia del cine mudo y sonoro (muchas emparentadas con el thriller, su género predilecto) como “La muerte cansada”, “El Doctor Mabuse” y su secuela “El testamento del Doctor Mabuse” (contra el nazismo), “Los nibelungos”, “Metrópolis” (contra el capitalismo más brutal), “Los espías”, “La mujer en la Luna” o “M, el vampiro de Düsseldorf” (contra la pena de muerte). Llamado a convalecer directamente por el propio Adolf Hitler, Fritz Lang hubo de huir precipitadamente de Alemania hacia los Estados Unidos y abandonar toda su vida pasada, incluida a su esposa Thea, que no se marchó con él para convertirse en una de las mayores propagandistas del régimen nazi. Fue una etapa muy dura y, como tantos, vivió el deprimente desarraigo del exilio. Sin embargo, se adecuó bien a la vida en el supuesto país de las oportunidades y se integró en el sistema de los estudios, en el que mantuvo una envidiable independencia creativa y en el que no abandonó sus clásicos asuntos sobre la decadencia de la sociedad, cualquiera que fuera esta, como tampoco dudó en cuestionar sin tapujos el Sueño Americano. Aplicó en Norteamérica sus conocimientos expresionistas y a partir de ahí renovó el género negro clásico como nadie lo había hecho, creando una violenta y cruda obra de claroscuros, onírica, romántica a veces y sucia y malsana otras. Despuntó en thrillers inmortales como “Furia”, “Sólo se vive una vez”, “El hombre atrapado”, “Los verdugos también mueren”, “La mujer del cuadro”, “El ministerio del miedo”, “Perversidad”, “Secreto tras la puerta”, “Encuentro en la noche”, “Gardenia azul”, “Los sobornados”, “Deseos humanos”, “Mientras Nueva York duerme” o, ya en Alemania de nuevo, la tercera y última parte de su trilogía: “Los crímenes del Doctor Mabuse”, tras la que murió. Sin embargo, también creo fabulosos westerns como “La venganza de Frank James”, “Espíritu de conquista” o “Encubridora” y filmes de aventuras como “Los contrabandistas de Moonfleet”, “La tumba india” o “El Tigre de Esnapur”. En su obra, además de la referida crítica social, se aprecian las constantes del hombre cercado por la sociedad injusta o del hombre que se sumerge en una espiral de tormentos o decepciones sin él quererlo, del hombre buscador incansable de justicia o venganza, del hombre presa de su destino ineludible. A pesar de ser pesimista, buscaba Lang hacer pensar al público, intentar cambiar algo en él, aunque fuera lo más mínimo.

En “Metrópolis”, obra clave del expresionismo alemán, Fritz Lang, por medio de una trama de ciencia ficción mil veces imitada en películas posteriores (para muchos la primera trama de pura ciencia ficción), arremete contra la sociedad de la Revolución Industrial y contra el capitalismo más agresivo e inhumano y se atreve a conjeturar la llegada de un futuro en el que las máquinas dominarán de alguna manera al hombre. Mezcla de cuento de hadas, de película de aventuras, de narración épica mítica y de retrato social y político profético, "Metrópolis", como tantas películas con moraleja de su época, es maniquea y simplista a más no poder a pesar de las buenas intenciones que declara a la hora de transmitir su mensaje, presentado a unos obreros sufrientes como santos (la trama está llena de simbolismos religiosos emparentados con los cristianos) y a unos capitalistas la mayoría pérfidos y malvados hasta la médula. Sin embargo, nadie puede negar que técnicamente es esta maravilla de Fritz Lang una película decisiva y vital para la historia del cine. Inmortalizados para siempre han quedado sus gloriosos e inmensos escenarios futuristas plagados de miles de extras, sus revolucionarias secuencias de acción y fantasía, sus geniales efectos especiales, sus portentosas máquinas y sus sensuales robots, su iluminación onírica y su opresivo ambiente en el que se dan la mano el expresionismo, el futurismo, el arte y la reminiscencia medieval y el toque maldito con el que las fábricas se funden con el diabólico dios Moloch, devorador de hombres. Ciertamente, sentó “Metrópolis” una escuela creadora y ayudó a desarrollarse al cine espectáculo que hoy conocemos. Por desgracia, por su crítica al sistema y por sus grandes dosis de violencia y de sexo, también fue tremendamente controvertida en su día y, producida por la UFA, fue un carísimo fracaso comercial apartado de la distrubución en las salas prácticamente nada más estrenarse y remontado a base de malos tijeretazos en contra de los deseos de su creador. Posteriormente, el material original fue recuperado y remontado de nuevo. Hoy podemos disfrutar de la versión verdadera de "Metrópolis".

2 comentarios:

Crowley dijo...

Qué maravilla de film, sugerente e hipnotizador como pocos. Incomprendida obra adelantada a su tiempo. Siempre que ficho por las mañanas en el trabajo, me viene a la mente la imagen de los trabajadores con la cabeza baja, como si fuesen robots.
Saludos

Lucifer, Becario del Mal dijo...

Nene, cuando no publiques más despacio no hay forma de seguirte. Tardo más en leer que tu en escribir!
Otra gran película de las que estremecen por su distópica pero no muy lejana visión, con detalles mesiánicos y un subyacente de los que dejan huella.
Felicidades, otra entrada de referencia.
Saludos!