Un barco sufre un terrible naufragio en las costas inglesas junto al apartado manicomio que regenta el Doctor Seward. El único superviviente es el Conde Drácula, venido desde la lejana Transilvania, superviviente que se instala en el lugar en un viejo castillo abandonado que adquiere con su gran fortuna. El Conde, un hombre misterioso y sensual, pronto entabla relaciones con los Seward y sus amigos. Pronto también Lucy, la hija del Doctor, se siente locamente atraída por su persona... Y pronto empiezan a ocurrir extraños hechos en la zona.
Una de las versiones del mito del Conde Drácula más injustísimamente olvidada ha sido, sin ninguna duda, la de John Badham, ese cineasta con unos inicios prometedores que terminó cayendo en la mediocridad y en la impersonalidad más absoluta con el paso de los años. Este “Drácula” es todavía una de sus primeras creaciones, una de las más ambiciosas de su carrera y la que afrontó justo al terminar su exitosísima y genial “Fiebre del Sábado Noche” basándose en la obra de teatro de Hamilton Deane (basada a su vez en la novela homónima de Bram Stoker) que había arrasado en Broadway con Frank Langella como el referido Drácula. Badham hace gala de la pericia visual que mostró en sus inicios para construir un filme de fortísima aura clásica en todos los aspectos y cargado de homenajes a planos de otras versiones de su mito que se ve ensalzado, sobre todo, por una ambientación soberbia y sobrecogedora animada por una enorme banda sonora de John Williams. Los poquísimos escenarios que el filme muestra resultan aterradores gracias a una atmósfera enrarecida excelentemente explotada y desplegada y a un aliento onírico que lo envuelve todo: destacan especialmente entre estos escenarios el del manicomio, con una sala central tremendamente opresiva, y el del castillo del Conde, en unos tonos azulados y a la vez sensuales geniales. La trama, aunque en su día fue despreciada por muchos por aparecer notablemente trastocada (se elimina el prólogo de la historia en Transilvania, Lucy es la protagonista de la obra y Mina es su amiga –la primera infectada-, mientras que el doctor Seward es su padre y el personaje de Quincey es inexplicablemente eliminado), es otro punto muy fuerte del conjunto: el protagonismo femenino es esencial para la historia (se trata de una mujer fuerte y decidida que no se somete a las normas sociales machistas de su tiempo, aunque sucumbe finalmente a los encantos de Drácula) y las escenas de acción que posee son comedidas, impactantes, muy violentas, animadas por unos efectos especiales muy destacados y también de consciente aura clásica y, además, resultan ser escenas de acción realistas (los protagonistas, incluído el doctor Van Helsing, no son infalibles, al igual que tampoco lo es el Conde: todos reciben daños por parte de los demás). El reparto que les da vida además está en estado de gracia, especialmente un genial Frank Langella como Drácula venido diréctamente de su papel teatral (un Drácula distinguido y muy sexual olvidadísimo el de Langella), una Kate Nelligan muy destacada como Lucy, un también muy destacado Laurence Olivier como Van Helsing y un excéntrico y divertido Donald Pleasence como el doctor Seward. Es una lástima que el “Drácula” de John Badham, que no funcionó demasiado bien las taquillas en su día, permanezca tan olvidado y sea únicamente recordado por unos pocos fieles reivindicadores.
2 comentarios:
FELIZ HALLOWEEN!!!!!!!!!!!!!!!!
Una película que, sin ser una de las grandes, sí que es muy digna y daba un aire fresco al mito vampírico. Entretenida.
SALUDOS
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