viernes, 25 de junio de 2010

SUEÑOS DE UN SEDUCTOR de Herbert Ross – 1972 – (“Play it again, Sam”)


Allan se siente tremendamente solo e inseguro desde que se divorció. Las cosas con las mujeres no le van nada bien y se ve absolutamente incapaz de encontrar una nueva pareja. Sus buenos amigos Linda y Dick, casados, van a ayudarle a salir de su problema. Sin embargo, esto lo único que va a hacer es enredar las cosas entre los tres hasta límites insospechados.

Ya que la película comentada hoy es, aunque no esté dirigida por él, una película que se encuadra completamente en la filmografía de Woody Allen, no voy a hablar de Herbert Ross, pues sería injusto poner como primer ejemplo de su obra una de sus cintas menos “personales”. En otro momento le dedicaré un espacio.

Del mismo año que la delirante aunque bastante irregular “Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar” data “Sueños de un seductor”, una película que puede considerarse en todos los sentidos como una más de la filmografía de Woody Allen aunque haya sido dirigida por Herbert Ross, ya que se trata de una adaptación fiel de una obra teatral escrita por el genial cómico que fue interpretada sobre las tablas por el mismo trío protagonista de dicha adaptación: el propio Allen, su actriz fetiche y compañera de sus inicios Diane Keaton y Tony Roberts. Herbert Ross se encargó de llevarla a la gran pantalla a petición de su mismo escritor, que argumentó que todavía no sabía dirigir (lo cual podía ser cierto, pues hasta la fecha únicamente se había encargado tras las cámaras de tres películas: la arriba mencionada anterior a ésta, “Toma el dinero y corre” y “Bananas”). “Sueños de un seductor” sienta ya definitivamente el estilo de su creador y actor principal que se había venido puliendo en filmes anteriores: un hombrecillo judío de la clase intelectual norteamericana (va ser casi siempre la neoyorkina en posteriores trabajos del autor) amante del jazz, de la literatura, del arte y del cine e inseguro y neurótico, se encuentra perdido en el mundo moderno y busca, en este caso, el éxito con las mujeres. Dos amigos suyos (que son pareja) intentan ayudarle y, finalmente, todo termina enredándose en un caos de relaciones humanas muy diversas (otra “marca de la casa” que aquí aparece ya fortalecida: las relaciones humanas) en el que el trío va a disertar sobre el sexo y el amor, sobre la fidelidad y sobre la felicidad. El humor de Allen aparece ya aquí mucho más refinado que en sus anteriores creaciones, con más toques inteligentes e irónicos y cargado de referencias culturales de todo tipo, entre las que sobresalen los constantes homenajes cinéfilos a “Casablanca” (de ahí el título original del filme y su previsible desenlace), con la que Allan (el personaje principal) está obsesionado y en honor de la cual intenta llevar una “vida de cine negro” emulando al Humphrey Bogart de películas como “El sueño eterno”. “Sueños de un seductor” es, en mi opinión, una de las películas más sencillas de Woody Allen pero también una de las más divertidas de toda su filmografía (aún hoy sigue produciendo verdaderas carcajadas) y la mejor de toda su primera etapa, la que llega hasta la inmediatamente posterior “El dormilón”.

2 comentarios:

Pepe Cahiers dijo...

Como usted dice es una de las películas más divertidas de Allen. La puesta en escena de su primera cita es para partirse de risa. Hebert Ross demostraría después su buena mano con la comedia "La chica del adiós".

Möbius el Crononauta dijo...

Gran película, ¡cómo olvidar el momento de los panaderos italianos!

Saludos